PONTEVEDRA, CUNA DE COLÓN
Conferencia pronunciada en la «Unión Ibero Americana» por el culto publicista y jurisconsulto liustirísimo Señor D. Xavier Cabello Lapiedra el 6 de Febrero do 1924.
Señoras y Señores:
Dijo... no sé quién (porque entre los grandes defectos que me adornan tengo el de gozar de una memoria fatal). Dijo... quien fuera, que nada hay más fácil que dar una conferencia. El comienzo es: “ Señoras y señores” , y el final: “ He dicho”. Se rellena el centro con lo que se quiera decir y... conferencia hecha. Pero en eso, en el relleno, está el busillis de que nos hablaba el examinando, mal estudiante de latín.
Y a propósito de relleno, viene como anillo al dedo el recuerdo del fracaso sufrido por un aristocrático cazador en cierta ocasión, en la que el cocinero que había de preparar la opípara comida con que pensaban redondear el día los expedicionarios que formaban la cinegética jornada, se puso repentinamente enfermo. Sostenía el cazador que para hacer una buena comida lo fundamental era la exquisitez y bondad de las viandas y manjares, y lo secundario, la habilidad, la ciencia culinaria del cocinero, y, por tanto, que. habiendo lo primero, él, aun no habiéndolo hecho nunca, se comprometía a preparar una comida tan bien servida como la del mejor restaurant.
Encerraron al pretencioso discutidor en la espléndida cocina del que en un tiempo fué castillo y a la sazón era cazadero, y sobre amplia mesa colocaron ricas aves, magníficos jamones, frescos pescados, etc., etc... AI cabo de horas, el hombre, abrasado por el calor del fogón, atormentado por su torpeza, se dió por vencido, no sin haber echado a perder, dejándolas incomibles, todas aquellas apetitosas viandas; mas como dejó sin comer a los amigos que con él cazaban, hubo de indemnizarles, en llegando por la noche a Madrid, con un espléndido banquete. Eso me pasa ahora a mi : las viandas, el asunto de la conferencia, no puede ser más interesante, más grande ni mejor; pero el cocinero, el conferenciante, es muy malo.
La habilidad para confeccionar la conferencia es nula, y me temo que os deje sin comida; es decir, sin el alimento espiritual que venís buscando para afianzar la idea de que Colón nació en Pontevedra.
Y lo malo es que no podré indemnizaros del daño, porque no cuento con medios para proporcionaros un banquete digno de tan numerosa y distinguida concurrencia. En el rostro de muchos de los que me escuchan, por fortuna amigos, y eso me tranquiliza, veo retratado el asombro, y en el mirar de otros leo la pregunta : ¿ Por qué se habrá metido este hombre en estas honduras ?
Pues este hombre se ha metido en estas honduras porque, en primer término, no podía negarse a una amabilísima indicación del bondadoso e ilustre Marqués de Figueroa y a una acogida fraternal de esta Sociedad Ibero Americana por él presidida ; porque ocupar esta tribuna es para mí honor tal, que no he vacilado en aceptarlo, aun no mereciéndolo; por, como dijo Lope de Vega en una de sus comedias, “que cuando el premio es tan grande, todo atrevimiento es poco” , y en segundo lugar, porque las montañas se forman de la acumulación de piedras y arena, y desde ellas se domina el valle, y para hacer el monte desde donde se pueda gritar, para que lo oigan bien de todos lados, que Colón es español, es gallego, es Pontevedrés, es de Portosanto, hacen falta muchas piedras y mucha arena, y aquí estoy yo, modesto peón de brega, con mi espuertita de tierra para fomentar el crecimiento de ese altozano. Quien hace lo que puede, no está obligado a más.
Yo no nací en Galicia: soy madrileño y nacido en la calle de la Libertad (a Dios gracias); pero siento por Galicia, por la bella Pontevedra especialmente, un verdadero amor. Pontevedra se adueñó de mí, y cuanto de ella sea, cuanto a su honra y provecho conduzca, me interesa como me interesa cuanto es bien y engrandecimiento de mi España.
El correr de la vida me proporcionó la satisfacción de vivir en Pontevedra diez y seis meses, y el cumplimiento del deber que mi cargo exigía me hizo, por mi fortuna, visitarla hasta en sus más ocultos rinconcitos. ¡ Y qué rinconcitos! ¡ Qué placidez! ¡ Qué encanto! ¡ Qué bella es! Pontevedra se me metió en el alma. En una de aquellas obligadas excursiones, llevóme mi suerte a un lugar delicioso, cercano a la capital poco más de un kilómetro. Allí, perteneciente a la feligresía de San Salvador, del Ayuntamiento de San Juan de Poyo, junto a la ría. hay un pueblecito que se llama Poyo pequeño, y formando parte de él, un pintoresco, poético y ensoñador recinto, rodeado de pinos, robles y castaños, cerca de la carretera que une a Pontevedra con Sanjenjo y Cambados, entre maizales, verdes praderas y viñedos, donde está Portosanto.
¡ Portosanto! Un arrobador éxtasis se apoderó de mí al contemplar aquello cuando el que me acompañaba dijome, señalando las ruinas de una casita y un cruceiro, que. extendiendo .sus pétreos brazos, parece implorar un recuerdo y justicia a los hombres, que se aseguraba que allí habia nacido Cristóbal Colón. La ocasión, el encanto del lugar, lo halagador de la afirmación, la belleza del paraje, no sé, algo que no puedo definir, que no acierto a explicar, una extraña emoción que experimenté, y que no olvido, me hizo creer rotunda, plena, ciegamente, con la misma certeza del testigo presencial, que allí nació Colón. Sentí la corazonada, el resplandor de esa potente, diáfana, pura luz que ilumina nuestro espíritu, inundando el alma de paz y de alegría,la divina llama de la Fe.
¡ La Fe !, que guardar debemos con santa unción y con devoto fervor en el fondo de nuestro pecho, porque, según afirman los desgraciados que no la poseen porque la perdieron, es tesoro que, perdido, no se vuelve a recobrar. Pues bien ; como herido por un rayo mi corazón, creí y creo que Portosanto es la cuna de Colón. Todas las hermosas páginas de la cristiana religión hállanse saturadas de un delicioso misterio que la sublimizan. La pobreza, la humildad, es siempre su ambiente, simpático, seductor. Belén, el portal del Nacimiento, los doce elegidos, no entre sabios, opulentos y poderosos, sino entre míseros pescadores, para cumplir la apostólica misión de esparcir por el mundo la doctrina del Divino Maestro; la Crucifixión. Cristo desnudo en la Cruz, en actitud del mayor desamparo...
¡Portosanto! Ignorado, desconocido, bello rincón, guardador de un gran secreto, tú eres sin duda la cuna del gran hombre elegido que dió al mundo otro mundo Y a España la inmensa gloria de su descubrimiento. Colón, un pobre pescador de humilde origen, como los doce discípulos del Mártir del Gòlgota, del Amo del Universo, no puede tener otra cuna que el atrayente rinconcito de Portosanto, escondido refugio, cobijo de la Divina decisión, de providencial designio. “ Pero bien, me diréis, el que tú sintieras esa corazonada no es razón suficiente para que nosotros nos demos por convencidos. Hacen falta pruebas. Santo Tomás fué santo y necesitó palpar las llagas de Cristo para creer en su resurrección. Vengan pruebas.”
No son ni el lugar ni los reducidos límites de una conferencia adecuados para plantear una discusión, ni acusa nobleza en quien diserta atacar las contrarias opiniones ni asertos que no pueden ser defendidos en el acto por sus mantenedores. Tenéis razón: hacen falta pruebas plenas para la declaración oficial de que Pontevedra es la cuna de Colón, para desvirtuar y anular la rutinaria, la improbada tradición de que Colón era genovés. Pero yo no poseo ahora esas pruebas, aunque existen. Yo os expondré solamente toda la indiciaria de que dispongo, la que es de dominio público, la que. como dije en la crónica que publiqué en la ilustrada revista La Esfera, en 29 de mayo de 1920 (“ La cuna de Colón es Portosanto, Pontevedra”), es puramente psicológica.
Yo no estudié ni entiendo de paleografía, epigrafía, caligrafía, etc., etc.; yo quiero entrarme en el corazón de Cristóbal Colón ; quiero escudriñar en él y enterarme de su sentir; quiero hallar en el rastro que dejó el latir del corazón de aquel hombre extraordinario la verdad que él tuvo empeño en ocultar: dónde nació, quiénes fueron los suyos... No soy el inventor de una tesis, el creador de un pensamiento, ni siquiera el razonador científico de un problema. Colón sufrió mucho, hasta la amargura de tener que negar el rincón del mundo donde la sonrisa de la vida besó su frente. Colón mintió al decir que era genovés; pudieron más la conveniencia y el temor a la realidad de la vida que el amor; pero, hasta vencer, ¿qué lucha no sostendría consigo mismo ? ¿ No merece tal tortura, necesaria para realizar el asombro que soñaba, el perdón y la rectificación? Quizás la Verdad Suprema aguarde a ser restablecida aquí en la tierra para que el alma de Colón pueda gozar de eterna paz, ¿No es empresa indeclinable de la española conciencia buscar esa verdad cuanto antes? Yo me limitaré esta tarde a recoger y repetir argumentos poderosos de pensadores ilustres, a modo de disco gramofónico, invitándoos a que meditéis sobre ellos.
Es preciso que esos argumentos no queden olvidados ni caigan en el vacío, y evitar que el abandono y la pereza dejen seguir que prospere la rutinaria tradición. Cuantos creemos en Colón gallego debemos contribuir, con la constante repetición de nuestros razonamientos, propalando y repitiendo en todo momento y donde podamos nuestro convencimiento, a que la indiferencia oficial se conmueva y se decida a investigar y a esclarecer los hechos, y de una vez se pueda proclamar para siempre dónde está la leyenda, la quimera, y dónde la verdad. Datos que acumular, antecedentes que examinar, conclusiones que deducir, escritos están en piedra y pergaminos, recogidos y analizados en libros y folletos.
Celso García de la Riega, portador verdadero de la buena nueva, iluminado por la luz arrojada en documentos descubiertos en virtud de pesquisas de Casto San Pedro, Presidente de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra ; Eva Canel, de Buenos Aires ; Constantino Hortas Pardo, Fernando Antón del Olmet, Enrique María de Arrivas, de Nueva York; Ricardo Beltrán y Róspide, académico de la de la Historia y Secretario de la Sociedad Geográfica de Madrid; Manuel Tejerizo y Ramón Marcóte, de la Habana; Secundino García Vila, de Sagua; José Rodríguez Martínez, de La Corufia; Rafael Altamira, José de Elola (Coronel Igttotus), Rafael Calzada, Prudencio Otero Sánchez, descubridor, con Luis Gorostola, del enigma toscamente grabado en la base del cruceiro de Portosanto y que descifrado dice: "Juan Colon— recuerdo— 1490” ; Rey Soto, autor del inédito drama El dolor del Almirante; Enrique Zas, autor de Galicia patria de Colón, obra patrocinada por el Comité Pro Colón, de la Habana ; Ramón Peinador, luchador infatigable por el triunfo de la pontevedrina cuna del descubridor del Nuevo Mundo; Vicente Riestra, Presidente de la Comisión Pro Colón, de Pontevedra... y tantos otros, personas son todas documentadas y estudiosas que por el galleguismo de Colón rompieron lanzas y escribieron páginas brillantes, convincentes.
Sus enseñanzas sean consejeros y conductores para la necesaria investigación que la justicia y la honra de España demandan. Sí ; la honra, el decoro, porque Cristóbal Colón, aunque él no lo creyera, aunque los de su tiempo estimasen lo contrario, fué y es tan grande,tan extraordinaria su figura en la historia, siendo natural de Pontevedra, de España, como habiendo nacido en Génova. Sigamos la vida de Cristóbal Colón, y ella nos dará paso a paso las pruebas de su galleguismo. Que al nacimiento de Colón rodea la más absoluta obscuridad es hecho indudable. ¿Cómo no, si el propio descubridor del mundo tuvo empeño deliberado en ocultar y cubrir de pretendidas infranqueables sombras su origen y el lugar de su nacimiento?
Su hijo Fernando, después de muchas e infructuosas pesquisas hechas para averiguarlo, lo afirma así. Desde que labios españoles comienzan a pronunciar el nombre de Cristóbal de Colón; desde que España principia a sentirse obligada a interesarse por la existencia de un hombre con planes y propósitos tan absurdos, según juzgaban los más, como los de descubrir un mundo nuevo, en aquella época de atraso y de apocamiento espiritual, se advierte que el misterio, el secreto, rodean el origen de aquel hombre, por grande, loco, por sobrenatural, incomprendido. Todos los grandes sucesos que desde el sublime y asombroso de la Creación dispuso Dios se realizaran han tenido en la Tierra por ejecutores, por intérpretes de la Poderosa Voluntad, la representación aparente de la insignificancia, para recordarnos sin duda que su poder milagroso hace Todo de la Nada.
Los elegidos para cumplir una alta misión siempre patentaron en el nombre su predestinación. Así, dice el notable escritor francés Lorgues, en la historia del Catolicismo se ve, por una intención expresa de la Providencia, que los Patriarcas y Profetas reciben al nacer un nombre simbólico que predecía la misión que iban a desempeñar. Entre tantos, el del Príncipe de los Apóstoles, la piedra fundamental de la Iglesia Católica, San Pedro, cuando el Divino Maestro le sorprendió tendiendo sus redes en el mar de Galilea, se llamaba Simón Barjona. Jesús le invitó a que abandonara sus redes para hacerle pescador de hombres. Al punto, con ciega e ingenua obediencia, abandona lo que constituía el medio de ganarse el sustento y sigue a Cristo, sin vacilar ni preocp)arse siquiera del huevo modo de atender a las necesidades suyas y de su familia.
Esta obediencia ciega, señal de la recta intención y de la sencilla pero decidida fidelidad, distintiva condición del Príncipe de los Apóstoles, está expresada claramente en su nombre, Simón, que en hebreo, en sirio, quiere decir: “ Quien obedece” , y su apellido Barjona; “ Hijo de la Paloma”. Después el Maestro, para que represente mejor su destino, le impone el nombre de Cephas, Pedro, piedra, fundamento, base de la Iglesia. Colón se llama Cristóbal. San Cristóbal (que se venera en más de noventa parroquias de la región gallega) se llamaba, según la tradición popular anónima, Ofero. Era natural de Siria, de atlética y gigantesca figura y hercúlea contextura. Convertido al Cristianismo al presenciar un milagro, en el ardor de su fe eligió como nombre Chistophorus, Cristóbal, que quiere decir Porta Cristo.
Predicó la doctrina de Cristo y sufrió el martirio. Su imagen es la de un hombre colosal en actitud de caminar a través del agua, llevando en sus hombros a Cristo niño y apoyándose en un tronco de árbol florido, augurio del santo madero de la Cruz. De la palabra Colón no se encuentra origen en idioma alguno básico, raíz; pero en el diccionario gallego encontramos la palabra Colo, que, según Marcial Valladares, autoridad indiscutible, quiere decir regaao, seno. “ Neno, vent ó meu colo” "Nene, vente a mi regazo” . “ ¡Cantas veces n’o cólo te levei!, ¡cantas durmiche n'o meu colo!” “ ¡Cuántas veces en mis brazos, contra mi seno, te llevé! ¡Cuántas dormiste en mi regazo!” .
Bien puede ser Colón aumentativo de colo, en un momento de arrobamiento, de ternura, de amor maternal. ‘‘Mi gran regazo". El regazo ensanchado, colmada la satisfacción por el ansia de recibir en él a la prenda amada; y espiritualizando el pensamiento, ¿qué regazo más tierno, más amplio, más amante que el alma?
¿No era el constante anhelo de Cristóbal Colón, su obsesión, como aparece en Las Profecías y según nos dicen los que de retratar bien su mística persona se precian, ser portador de la Católica Fe y encontrar el lugar donde se hallaba el Santo Sepulcro? ¿No parece, no es una predestinación, un augurio de ésta su anhelada misión de ser el portador, el mensajero de la Fe de Cristo a tierras extrañas, nuevas, desconocidas, el nombre Cristóbal, mensajero de Cristo en el regazo, en las reconditeces del alma, a través de los mares. Pues completemos esta espiritualización con la resultante del desciframiento de su firma, esa firma que, según dijo de modo expreso el propio Colón, y es de sentido común y de necesidad jurídica, debería llevar, para darle validez de legitimidad, todo documento privado o público, escrito, redactado o inspirado por él, y que aparece, entre otros documentos auténticos, en quince cartas autógrafas reseñadas por Martín Fernández de Navarrete, del archivo del señor Duque de Veragua :
El P. Spotorno, Irving, Lobero y Harrise, entre otros, han tratado de encontrar la solución de este enigma, buscando su origen en el latín y en el griego. El P. Spotorno, tras de estudio detenido, pudo venir, en conclusión, a decir que la 5" colocada en primer término, entre dos puntos, quiere decir “ Sálvame” , las letras S. A. S, X. M. Y. Christus, Maria, Yosefus— "Jesús María José” , la Trinidad menor, secundaria, invocada siempre por Colón en sus viajes, Trinidad que es la misma que constantemente se invoca en Galicia. Y vamos con lo más difícil de interpretar, el último renglón: Xpo Ferend.
Los buscadores de la etimología, del significado de estas dos palabras, trataban de hallarle en el latín o en el griego; pero no encontraban solución completa y satisfactoria. El notable académico de la Real Academia Gallega, autor de Galicia patria de Colón, D. Enrique Zas, nos da una cabal y completa explicación del enigma recurriendo al léxico gallego. Xpo, en gallego, es el monograma que quiere decir Cristo; y Ferend es, según el diccionario gallego de Juan Cuveiro Piñol, la abreviatura de Ferendario, que quiere decir “ portador de noticias” , de modo que Xpo Ferend es tanto como Mensajero de Cristo, lo mismo que hemos visto que quiere decir Cristóbal. ¿No es evidente que Cristóbal Colón firmó en gallego?
Confiado sin duda, en que el enigma de su firma no pudiese ser descubierto, porque no creyó que nadie hubiera de dudar que era de Génova, lo compuso en gallego. Las tres cosas, dice un adagio castellano, más difíciles son: guardar un secreto, sufrir una injuria y emplear bien el tiempo. Cristóbal Colón, gallego inteligente, misterioso y hábil ocultando su nacimiento, que supo sufrir injurias y aprovechar su tiempo, se olvidó de que los demás gallegos también son inteligentes y hábiles y con tanto tesón para descubrir su secreto como él para descubrir un mundo nuevo. Colón es gallego. Discurriendo es gallego; pensado, sintiendo y queriendo, es gallego. Ya veremos más adelante completamente probada esa afirmación.
En el siglo xvi es en el que más se escribió sobre el hallazgo del Nuevo Mundo y acerca de la persona de Cristóbal Colón. Entonces aparecen las obras de Pedro Mártir de Anglería. Femando Colón, hijo riel descubridor: Metolinea. Alfonso de Ojeda, Diego de la Tobilla, En- ciso, López de Guzmán, ílernández de Oviedo, Alfonso de Mata, Padre Bartolomé de las Casas, Pedro de Cieza, Alvar Núñez Cabeza de Vaca; Andrés de San Martin, Obispo de Chiapa, Deán Cervantes, Pedro Pizarro, Ñuño de Guzmán. Agustín de Zárate. Alfonso de Ercilla, Lasso de la Vega, Benzón Brí, Acosta, Antonio de Saavedra y Antonio Herrera, y de ellos, el que afirma que Colón es natural de Génova lo hace apoyándose en que él mismo lo dijo en el documento que se supone de 1498 y que se tiene por el título fundacional de su mayorazgo, llegando su hijo Fernando hasta a afirmar, en su libro Vida del Almirante:
"De modo que cuanto fué su persona a propósito y adornada de todo aquello que convenía para su gran provecho tanto menos conocido y cierto quiso que fuesen su origen y patria; y así algunos que de cierta manera quieren obscurecer su fama dicen que fué de Nervi; otros, de Cuguseo; otros, de Bugiasco; otros, que quieren exaltarle más, dicen que era de Savoia. y otros, genovés, y algunos, saltando más sobre el viento, le hacen natural de Placencia.”
De otra parte, en el momento de ocurrir el asombroso acontecimiento nadie habla en Génova de los padres de Colón, de sus parientes, de sus maestros y amigos. ¿Es humano que no se enorgullecieran en la gran república, escuela de navegantes, de aquel hijo, de aquel hermano, de aquel pariente, de aquel discípulo, de aquel amigo? Cuando, por ser amigo o pariente de uno que se dice inventor de... cualquier cosa, de las gomas de los paraguas, se creen los hombres obligados a pregonarlo ante el mundo entero, ¿es verosímil que los amigos, los parientes del descubridor de un Mundo, del Almirante de todas las tierras y continente descubiertos por él, ni siquiera festejaran o se gozaran en proclamar su parentesco y amistad? Nadie habla de la fecha de su nacimiento, ni del lugar donde esto ocurrió, ni de la iglesia donde recibió el bautismo. ¿No es esto extraño?
Parodiando la frase del satírico D. Francisco de Quevedo, que un ilustre político de nuestro tiempo repitió en uno de los constantes momentos críticos de la política española, puede decirse del nacimiento de Colón:
“ Sólo se sabe que no se sabe nada, y aun esto no se sabe de fijo, porque si se supiera se sabria algo”
. En Agosto de 1476 se estableció Cristóbal Colón en Portugal, después del combate de San Vicente, librado entre los portugueses y los corsarios, y entre ellos Colombo Júnior. Colón el joven, o Colón el mozo, “ hombre muy señalado de su apellido y familia”. En aquel combate ardieron naves, y los que se salvaron lo hicieron arrojándose al agua. Uno de ellos fue Cristóbal Colón,que a nado y sobre un remo pudo llegar a la costa de Algarve. Varias razones inclinaban a Colón para fundamentar la existencia de tierras desconocidas en Occidente y que fuera fácil de atravesar aquel mar ignoto, misterioso y terror de navegantes y marinos, que se suponía sin límites. Eran éstas: la lectura de Aristóteles, Estrabón, Tolomeo, Plinio y Séneca, entre otros; las noticias y datos que de continuo adquiría de pilotos y mareantes que se arriesgaron, llevados del deseo de averiguar y de saber llegar a las Azores; las teorías sobre la existencia de antípodas y la esferoidez del globo terráqueo, que defendía contra la rutinaria opinión de los geógrafos; la propia intuición, que lleva a la imaginación de los privilegiados a adelantarse a las experiencias científicas, cuando aun no estaban descubiertas las leyes de la gravedad y de la gravitación central; y. por último, la persuasión de ser un escogido de la Providencia para cumplir grandes designios.
Cuando expone, después de pasar no pocas amarguras, tiempo y trabajo para llegar hasta su presencia, al Rey portugués Don Juan II sus planes de descubrir una nueva ruta, más breve, para llegar a las Indias Occidentales..por el .Atlántico, todo lo que consigue del monarca lusitano es que ordene el nombramiento de una Comisión de hombres sabios y de experiencia que le informen. Esta Comisión calificó de desatino el proyecto de Colón. Como se ve, el sistema de nombrar Comisiones y de informar éstas en contra de todo lo que no haya salido del caletre de uno de los de su seno no es español sólo, ni moderno.
Entonces es cuando Cristóbal Colón, desesperanzado y pobre, viudo de su primera esposa, Felipa Muñiz de Palestrillo, con la que casó en Lisboa, se decidió a pasar a España. Vino a servir a los Reyes Católicos a los veintiocho años, en 1483 a 1486, y tanto trabajó y padeció (recordándolo en carta que escribe a los Soberanos en 1503), “que agora (dice) no tengo cabello en mi persona que no sea cano, y el cuerpo enfermo” . La situación de España cuando Cristóbal Colón, acompañado de su hijo Diego, se presentó en el convento de la Rábida, maltrecho, hambriento y, lo que es peor, con el ánimo aniquilado, era por demás inoportuna y desfavorable para que un hombre obscuro, desconocido, sin padrino ni protector, se lanzase a pretender llegar a los Reyes de Castilla y Aragón, nada men'js que con el propósito de que le amparasen y favoreciesen en una aventura, al parecer descabellada, como la de organizar una expedición a través de los mares en busca de lo desconocido. Pongámonos en el momento y pensemos en la sensación que en nosotros produciría el conocimiento de la noticia y convengamos en que las palabras locura y desatino serian la contestación que saldría de nuestros labios.
Pues sigamos meditando y dirijamos nuestra observación a que en aquel entonces estaba de par en par abierta la herida honda que la rebeldía de Galicia, secundando las aspiraciones de Doña Juana la Beltraneja a la corona de Castilla, había dejado en el corazón de Isabel y los castellanos ; que se pasaba por una de las repetidas épocas en nuestra nación en que se imponí un sepulcral silencio a las lenguas españolas para discutir y menos opinar o hacer censura de actos del Gobierno, ni haber siquiera del negocio público, como no fuera secundando los proyectos ya iniciados de dar el golpe de gracia a la dominación árabe, conquistando Granada y prediciendo el éxito ; si bien aquella mudez tenia entonces la grata compensación de nuestras grandes victorias, hasta obtener el aniquilamiento de la raza de Mahoma ; y en que la Inquisición, regida por Torquemada, se cebaba con la mayor de las crueldades en la raza hebrea, cuya expulsión se decretó con acompañamiento de procesos y penas, entre ellas la del fuego y prohibición de tener trato con los descendientes de Judá, de mantenerlos ni emplearlos ; siendo procesados, so pretexto de descender de linea de judíos, los Obispos de Avila y Calahorra, Don Juan Arias Dávila y Don Pedro de Aranda, y perseguido en Tarragona en 1489 un Andrés Colón, detalle que no es para echado en saco roto.
Calculad si el hombre que tacharíamos y que fue tachado de loco y de aventurero, al hablarnos de descubrir un mundo nuevo, se nos presenta, a mayor abundamiento, no como experto navegante, procedente de la república de Genova, entonces reina del mar, como Colón tuvo la feliz ocurrencia, por lo visto, de presentarse, sino como un pobrecillo y humilde pescador de Portosanto, de Pontevedra, y por añadidura con el peligro de que pudiera averiguarse que su madre fuese de procedencia hebrea. ¿ Hace falta decir lo que habría pasado ? Recordad lo que en pleno siglo xix, en el apogeo de los descubrimientos científicos, y protegido por el sabio que se llamó D. José Eche-garay, ocurrió al ilustre marino D. Isaac Peral, inventor del submarino, y no olvidemos las amarguras, la decepción y cuántas mortificaciones aquel genio científico pasó, por la indiferencia, ya que nos resistamos a decir otra cosa, con que oficial y particularmente fué recibido el prodigioso invento, cumbre del arte de la guerra marítima en la reciente lucha europea, hasta quedar sumido en los abismos del olvido.
Pues si esto ha ocurrido en momento de vida normal y próspera, en época de civilización y progreso, ¿cómo es posible no reconocer que anduvo vivo y dió pruebas de conocer a los hombres y a la vicia Cristóbal Colón al ocultar su origen? Listo, sagaz, precavido, certero... gallego en una palabra, se mostró entonces, como durante toda su vida ,Cristóbal Colón.
Quizás recordó que el famoso navegante español Ramón Bonifaz, que también llegó a ser Almirante de Castilla en el siglo xii, se quiso hacer pasar por genovés. Fray Juan Pérez, Guardián del convento de la Rábida, adonde la Providencia guió a Colón (como David, moribundo, recomendó a su hijo Salomón), dijo, al escuchar sus planes, al descubridor del Nuevo Continente: “ Anímate y sé varón” .
Fray Juan Pérez, ex confesor de la Reina, con un gesto, como se dice ahora, de suprema inspiración, no dudó en recomendar a Cristóbal Colón a su sucesor D. Fernando Talavera. Pero Talavera no era sucesor de Fray Juan Pérez mas que en ser confesor de Isabel, y lejos de prestar ayuda al recomendado, le consideró un soñador, un iluso, un poeta y un embaucador, y le volvió la espalda. Noticioso de ello Fray Juan Pérez, logró interesar al Cardenal Mendoza, de quien se afirma que era gallego, y Colón consiguió ser presentado y oído por los Reyes.
Como en Portugal, tuvo Colón que pasar por el examen y crítica de una Comisión de doctos e ilustres varones, que en Salamanca analizaron, discutieron, desconfiaron y no creyeron, no dejando de tener mucha culpa de la desfavorable acogida la sombra de la Inquisición, que obscurecía la serenidad y el juicio imparcial de los que habían de examinar teorías heterodoxas, contrarias a las que la ciencia vigente a la sazón sostenía, tal como la de que la Tierra era plana; y en vez de ser tratadas científicamente, fueron combatidas con textos de la Biblia y afirmaciones de Padres de la Iglesia que habían muerto mucho antes de que Colón pudiera explicarles las nuevas contundentes razones deducidas con el tiempo y el estudio.
La inútil Comisión cumplió su cometido, porque dejó pasar el tiempo sin dar dictamen. Sólo el religioso dominico Fray Diego de Deza, Profesor de Teología y a la sazón maestro del príncipe Don Juan, se mostró decidido protector de las ideas de Cristóbal Colón. Debo haceros notar que Fray Diego de Deza, después Obispo de Zamora, Salamanca y Palencia, respectivamente, hizo sus primeros estudios en el monasterio de Poyo (Pontevedra), y hay quien afirma que era gallego. No puedo resistir a la tentación de leer la carta que Colón escribió a su hijo Diego en enero de 1505: “ Si el señor Obispo de Palencia, Fray Diego de Deza, es venido o viene, dile cuánto me he placido de su prosperidad y que, si yo voy allá, que he de posar con su merced, aunque él no quiera, y que hemos de volver al primero amor fraterno y non lo podará negar".
Es decir, que entre Deza y Colón hubo primer amor fraterno. ¿No pudo ser ese amor nacido en el convento de Poyo, cuando aprendió Deza el latín y quizás Colón, que en latín era versado? Cuando, abatido y desesperado Colón de evasivas y aplazamientos, se decidia a presentar sus planes a Carlos VIII de Francia, lo evitó la nueva intervención del Guardián de la Rábida, que en persona fué a ver a los Reyes a! campamento de Santa Fe.
Tan enérgica y decidida fué la defensa que el fraile hizo de Colón, que la Reina le llamó a su presencia, y la intervención de Alonso Quintanilla, Contador mayor de Castilla, del Cardenal Mendoza, de los Marqueses de Moya y del Tesorero o Escribano de ración Luis Santángel logró que Colón volviera cerca de los Reyes cuando ya llevaba dos leguas de camino y a punto de presenciar la rendición de Granada. Aun dudaba en decidirse el Rey,
que veía el Tesoro público agotado por los enormes gastos que ocasionaba la guerra con el moro (¡Siempre la eterna cuestión de la guerra con el moro! ¡ Picaro moro, que todo se lo comió!); pero al fin la decidida actitud de la Reina y el decisivo apoyo de Santángel, que ofreció adelantar los fondos necesarios, vencieron todos los obstáculos y se ordenó que la expedición se organizara.
Es también dato de algún interés que, además de Mendoza y Deza. los otros protectores enumerados de Colón eran gallegos, menos Santángel, que era Judio converso. El día 17 de abril de 1492 se hizo en Santa Fe el pacto o tratado entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón, cuyas cláusulas fueron tenazmente discutidas por éste, hasta lograr que fueran redactadas en la forma que él se había propuesto.
Leamos las tres primeras cláusulas principales de este convenio:
" 1ª Colón y sus herederos y sucesores gozarán para siempre el empleo de Almirante de todas las tierras y continentes que pudiera descubrir. 2.ª Será Virrey y Gobernador de aquellas tierras y continentes, con privilegio de proponer tres individuos para el gobierno de cada provincia, de entre los cuales elegirá uno el Soberano. 3.ª Será para Colón la décima parte de todas las riquezas o artículos que se obtubieran por cambio, compra o conquista dentro de su almirantazgo, deduciéndose antes su coste... etc., etc.”
Decidme si de la lectura de estas cláusulas no se saca el convencimiento de que Colón era un hombre vidente, sagaz, cauto, interesado, minucioso, suspicaz e inteligente; en una palabra, hijo de Galicia y de procedencia hebrea.
Convienen los que le conocieron en que era de carácter prevenido, receloso y litigante, enojadizo y elocuente, apasionado por las aventuras, soñador y de exaltada fe religiosa.
El eminente Castelar, que tanta y con tanto interés estudió la historia de Colón y del descubrimiento del Nuevo Mundo, dijo que era avaro, interesado y pleiteante por sus privilegios, dignidades y fueros, participaciones y cargas de justicia, fueros, rentas y mercedes. Lombroso, el notable psiquiatra y antropólogo, dijo de Cristóbal Colón que “ era hombre colosal, que con tal de alcanzar sus fines era capaz de las más grandes supercherías” .
Y el Padre Las Casas, amigo personal del descubridor de las Nuevas Tierras, afirma que era sobrio y moderado en el vestir, en el comer y en el calzar, como un hombre para el cual todo gasto representa un sacrificio. Reina Isabel, en fin, dijo que era “ Home sabio, que tiene mucha plática y gran experiencia en cosas de mar” . El admirable Humboldt, penetrando en la espiritualidad de Colón, dice:
“ El fervor teológico que caracteriza a Colón no procedía, pues, de Italia, de ese país republicano, comerciante, ávido de riquezas, donde el célebre marino había pasado su infancia; se lo inspiraron su estancia en Andalucía y en Granada, sus íntimas relaciones con los monjes del convento de la Rábida, que fueron sus más queridos y útiles amigos. Tal era su devoción, que a la vuelta del segundo viaje, en 1496, se le vió en las calles de Sevilla con hábito de monje de San Francisco. La fe era para Colón una fuente de variadas inspiraciones ; mantenía su audacia ante el peligro más inminente y mitigaba el dolor de largos períodos de adversa fortuna con el encanto de sueños ascéticos... Ideas de apostolado y de inspiraciones divinas, que con tanta frecuencia expone Colón en su lenguaje figurado” .
No es menos gallego Colón en aquellos actos en que demuestra confianza en las cosas que le incumbe elegir para su arriesgada empresa. Así, en carta que dirige a los Reyes, dándoles cuenta de estar organizada la expedición les dice: “ merqué (el gallego no compra, merca) navios gallegos” .Los testigos de la compra fueron gallegos, y sabido es que la mayor parte de los tripulantes también fueron gallegos. Al fin, el 3 de agosto de 1492 salió del Puerto de Palos (por cierto Que este histórico Puerto se halla hoy cegado y relegado al olvido) la famosa expedición que, como sabéis, se componía de tres carabelas: la capitana, que llevaba el nombre de Santa María (pero que antes se había llamado La Gallega), La Pinta y La Niña.
Triste fué la despedida, porque, aparte la burla de los que no creían en Colón y la compasión de los ajenos a los que tripulaban las embarcaciones, los presenciantes, en su mayoría parientes y amigos de aquellos heroicos hombres que se lanzaban a tan arriesgado viaje, vieron con lágrimas en los ojos y saltándoseles el corazón del pecho, partir aquellas tres naves que valientemente rasgaban las aguas para internarse en el tenebroso mar, inexplorado hasta entonces, sin límite, de cuyo fondo, habitado por monstruos fabulosos, contaban terribles leyendas,, considerándolo como "la boca del infierno” .
La flotilla empavesada dió velas a la brisa de tierra. Las tres naves convirtieron en glorioso hecho el quimérico sueño de Colón, entrándose por la Barra de Saltes al Océano sin otro guía que el astrolabio. En tierra quedaban, acongojados, llenos de ansiedad, madres, esposas. hijos... hogar. Los frailes de la Rábida, al pie de la Iglesia, rodeaban a Fray Juan Pérez, quien alzaba entre sus brazos a un niño, Diego Colón, que agitaba sus manos extendiéndolas hacia el mar en señal de despedida, viendo perderse en la inmensidad de las aguas tres pun- titos blancos como tres palomas, mensajeras del alma de España.
Antes de seguir nuestro estudio dedicado a proclamar el galleguismo de Cristóbal Colón, para distraer vuestro fatigado ánimo voy a dar lectura de un detalle que considero, si no interesante, por lo menos curioso, y es la lectura de las cuentas de la expedición que se encaminaba nada menos que a descubrir un mundo nuevo. Es digno de conocerse.
Pormenor del costo del viaje, según extracto de los manuscritos de los hermanos Pinzón, transcripto en un opúsculo publicado por el municipio de Palos.
Las cantidades se consignan en pesetas, después de hecha la reducción dé los maravedises, para mayor claridad y más rápida percepción.
Pesetas.
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500 Por seis meses de sueldo a Cristóbal Colón, Almirante.
450 Por seis meses de sueldo a Martín Alonso Pinzón, Capitán de la. Pinta.
450 Por seis meses de sueldo a Yáñez Pinzón, Capitán de la Niña.
10500 Por seis meses de sueldo a los 120 tripulantes (12,50 al mes cada uno)
14000 Equipar la flota. Víveres, vino, pan, legumbres, carne, aves, etc.
(seis pesetas al mes por cabeza).
2900 A Colón (140.000 maravedises) adelantadas por Santángel,
22492 Tesorero do la Reina.
14440 Precio de la flota.
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65592 o sean 8.934.112 maravedises.
¡Sesenta y cinco mil seiscientas noventa y dos pesetas costó el viaje para descubrir el Nuevo Mundo, señores! Compárese esto con lo que hoy cuesta cualquier viaje de recreo. Los víveres, que costaron ¡seis pesetas al mes por cabeza!, eran pan. vino, legumbres, carne, aves, etc., etc. ¡Qué hermosura! Da lugar a la duda de si la expedición salió de España o de Jauja .Hoy que la carestía de las subsistencias es una pesadilla, eso es un sueño de hadas. Y no se diga que es que en la época aquélla el precio de las cosas era insignificante y que la moneda tenia su verdadero valor, mucho mayor que el que hoy tiene, gracias a los cambalaches bancarios y a las habilidades económicas de los financieros modernos, porque de la misma época son las famosas cuentas del Gran Capitán, que le hicieron tan célebre como sus hechos de armas puesto que pasaron a la Historia y sirven de punto de comparación cuando se trata de tachar de exagerados los gastos de una empresa; como sucedió con la factura que presentó un avisador de teatro después de celebrada una función de aficionados y en cuya lista se leía: “por un puro de veinte céntimos, cincuenta céntimos”.
Emprendieron el viaje aquellos valientes españoles siguiendo las corrientes favorables de la costa de Africa, y aprovechando los vientos alisios recorrieron 700 millas y llegaron en doce días a las Canarias o Islas Afortunadas, donde se detuvieron treinta días, poniéndole a la Pinta velas de cruz o redondas para correr vientos en popa. Recorren después 2.700 millas en veintiocho días; es decir, que en cuarenta días de navegación (aparte de los treinta días que se detuvieron en Canarias) hicieron un recorrido de 3.400 millas, pisando tierra el 12 de octubre de 1492. Me apartaría ya demasiado del fin a que obedece esta charla, que tenéis la bondad de soportarme, la descripción del viaje, del que todos tenéis noticias, que fué una no interrumpida sucesión de zozobras, apuros y desconfianzas.
Transcurrieron días y días sin otra vista panorámica que la ilimitada llanura del mar, en los que a la incertidumbre siguió el descontento, y tras él los insultos y la rebelión, llegando a no pensar mas que en la muerte, sin medio posible de amparo, ni aun de un último adiós a los queridos seres dejados en las costas españolas. Las palabras consoladoras de Colón, sus alientos, inspirados por la Fe, y la seguridad de su éxito se habían agotado.
A las imprecaciones siguieron las amenazas, y hasta pensaron aquellos desesperanzados hombres en arrojar al fondo del mar al que suponían culpable de tan desolada situación. Un misterioso poder infundía ánimos a Cristóbal Colón. Inspirado por la más ardorosa fe, pidió tres días a sus angustiosos compañeros de aventura, pasados los cuales, si no veían tierra, virarían con rumbo a España, renunciando al premio y a la gloria del triunfo. Al fin, antes de terminar el segundo día del plazo, señales inequívocas (ramas de árboles, aves multicolores, el resplandor de alguna fogata) demostraron la proximidad de tierra. Colón, de pie sobre la cubierta de la nave, devoraba con su vista la inmensidad del espacio, saltábale el corazón de! pecho, y al amanecer del día tercero, cuando los primeros rayos del Sol besaban la superficie de las aguas, un grito de inmensa alegría salió de su pecho.
Instante supremo, grandioso, sublime, tan breve como un aliento, que al salir de su garganta le permitió suspirar: ¡ Tierra! Seguramente cuantos me escucháis habréis pasado en vuestra vida por el momento decisivo de algo que embargase por completo vuestro pensamiento, vuestra voluntad, vuestro corazón; la realización de algún suceso del que dependiera quizás vuestro porvenir, la definición del orden de vuestra existencia. Y seguramente en el instante aquel en que se decidió tal hecho trascendental para vosotros, de lo primero que os acordasteis fué de los vuestros, de los seres con quienes habíais de compartir aquella alegría o aquel dolor, que definitivamente os resolvía el grave problema que os angustiaba.
Volvisteis la vista al recuerdo de los dias felices de vuestra infancia; vino a vuestra memoria la casa que os vió nacer, el lugar donde la vida os sonrió en vuestra juventud. Pues bien; meditad en el momento supremo en que Colón vió realizado su sueño después de las amarguras de su vida y de aquella travesía. En aquel instante sublime, el más grande y de mayor emoción que pueda experimentar el humano ser, cuando, reaccionado del abatimiento de la angustia y de la fatiga espiritual y corporal de aquel viaje, que debió de parecerle interminable, al pisar tierra, cuando su alma se elevó a su Creador y el espíritu del predestinado, del elegido, se acercó devoto y lleno de unción a la Divinidad, al caer postrado, entre lágrimas de alegría, congojas de agradecimiento, besando la bandera rematada por la Cruz, se olvidó de su intencionado secreto, de las conveniencias de la materia, y su pensamiento fervoroso, guiado por su corazonciño rebosante de amor, voló con misteriosa intimidad a Pontevedra, y a sus labios salieron los nombres San Salvador, con que bautizó a la isla de Guanahaní; Porto Santo, a la bahía de Miel en Baracoa (Cuba), idéntica a la pontevedresa, como se ve en fotografías comparadas de una y otra, y que al contemplarla emocionado Colón, según afirma en su diario, no pudo menos de exclamar: “ Su hermosura me movió a sondearla”.
¡Porto Santo! Quien te contempló una vez no podrá olvidarte. ¿ Cómo había de hacerlo quien allí nació ? Punta Lanzada y Cabo Galea, los cuatro nombres, respectivamente, de la parroquia del lugar de Poyo donde están la casa en ruina y el cruceiro famoso que se supone propiedad de la familia de Colón, el puerto de la ría, el extremo o punta septentrional y el de la isla de Onza, a la entrada todos ellos de la ría de Pontevedra.
Esta, ésta si que es una declaración con firma y rúbrica y sin raspadura ni enmienda. Una prueba con testimonios de mayor excepción. Una confesión que se hace a su propia conciencia, no ante las empigorotadas Cortes, ni ante el mundo viejo, donde las bajas pasiones de los pobres hombres no permiten que se les diga la verdad. Aquella sinceridad, aquel espontáneo impulso del corazón es prueba de que se olvidó, si es que no maldijo, de compromisos y humanos respetos, debilidades y conveniencias, que un día le obligaron a negar, como Pedro, también pobre pescador como él, lo que creyó más imposible de negación.
Pues no es esto sólo. Esos nombres son el comienzo de la siguiente lista de muchos más, gallegos todos, con que señaló puntas, cabos, puertos, ríos, etc.: Santiago, La Gallega, Santo Tomé, Punta de Moa. de la Serpe, de Roas o Arroas, Calvo del Cou, Punta Petis, de Cas. de Boy, Puerto Sacro, Santa Eufemia, Soto de Ñervos, Recheo. Estaño, Plaxiosas, Abangelista, Perto Jumos, Cabo de la Meta, Punta de Caxinas, Bahía de Abúrema. Isla Navaxa, de Orcilla, Barcias, Marixuana, Suana, Cabo Boto. Leixna, Sierra de Moa, Porto de Nava, Cabo Fernando, de la Mota, Rioberde, Porto Belo, Cabo Macarco, Parbo, Roca del Drago, Margalida, del Delfín, Taxado de Turme, Illas Fama...
Santa Catalina, San Miguel. San Nicolás y San Juan Bautista son nombres que le dictó el recuerdo de las cuatro cofradías gremiales, de sastres, mareantes, armeros y carpinteros, respectivamente, de Pontevedra y con los que señaló un puerto de la isla Suana, dos cabos de la isla Española y la isla hoy llamada Puerto Rico. ¿Es gallego o no es gallego Colón? ¿ Puede nadie que no lleve en el alma a Pontevedra, que no la conozca palmo a palmo, acordarse de ella en el momento más solemne y grande de su vida con ese detalle de nombres? ¿Cómo no puso un solo nombre genovés a nada de lo que descubrió?
¿Cómo no dedicó a Italia, ni siquiera al resto de las regiones españolas, una palabra que revelara su cariño, su amor filial? Otro dato de gran importancia y que debo la satisfación de podéroslo comunicar a la amabilidad de mi particular amigo D. Prudencio Otero Sánchez, que me lo transmite en carta recientemente, es el hecho, que el Padre Las Casas cita en Relaciones y cartas de Cristóbal Colón, y que para mi envuelve la casualidad de un recuerdo grato. La Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza
o de la era la Patrona de Pontevedra desde el siglo x , y en los siglos XV y xVi fué la fiesta que se celebró con más solemnidad, en su día, que es el 18 de diciembre. No era conocida seguramente esa fecha mas que de los hijos de Pontevedra, o de los que, como yo, cursaron los estudios de bachillerato en el Colegio Hispano Romano de esta corte, del cual era también Patrona la Virgen de la Esperanza.
Pues bien; Colón no pudo ser, como comprenderéis, condiscípulo mío, ni de los educandos de ese colegio, que tuvo su existencia en el siglo xix (entre los cuales figuró el hoy Presidente de la Mancomunidad Catalana D. Alfonso Sala, que no me dejará mentir); pero pontevedrés, ¡vaya si lo era!, ya lo vais viendo tan claramente como yo, y por eso la primera fiesta religiosa que con toda solemnidad y pompa se celebró en el Nuevo Mundo por orden de Colón y al estilo de Pontevedra fué la de la Virgen de la O.
Leamos al Padre Las Casas: “’Luego en amaneciendo, mandó (habla de Colón) ataviar la nao y la carabela de armas y banderas, por la fiesta, que era este día de Santa María de la O. Tiraron muchos tiros de bombardas...” i Corazón pontevedrés! Cada latido era un recuerdo para su Pontevedra. Hemos llegado con Cristóbal Colón, claro es que sin sufrir las penalidades que él, a las desconocidas tierras que luego se han llamado América, y hemos visto cómo, con la mano puesta en el corazón, ha extendido el padrón que proclama su nacimiento en tierras de la Galicia española.
Ahora vamos a ver qué razones se opusieron, después de descubierto el Nuevo Mundo, a que asi lo dijera urbis et orbe, al menos en los documentos que se conocen y que se suponen otorgados o redactados por él y que permiten a los italianos y los italianizados defender la tesis de que Colón fué genovés. Como argumento fundamental afirman éstos que Cristóbal Colón lo confesó en el documento que se llama “Institución del Mayorazgo”, que dicen es del año 1498 y en el que aparece escrito: “ En Genova nací y de Génova salí”.
Verdaderamente que esta afirmación parece aplastante, porque dicen los que a ella se han agarrado, sin querer meditar, aferrados también al principio fundamental de Derecho que dice que “a confesión de parte, relevación de prueba”, y agregan: Colón confesó ser de Génova, luego a cierra ojos es genovés. En primer lugar, no sabemos si fué Colón quien consignó esas palabras, ni lo sabía el propalador de la noticia y descubridor del documento. Porque éste no está escrito de puño y letra de Colón, ni tiene fecha ni lugar del otorgamiento, ni está firmado por él, como previno y advirtió que estaría todo documento o carta suyos para ser reconocidos como auténticos, e hizo su aparición setenta años después de fallecer Cristóbal Colón.
Es, pues, tachable de apócrifo. Pero vamos a darle validez, siquiera sea porque no parezca que queremos dar golletazo al argumento.
La confesión de parte exime de la prueba en el orden jurídico respecto de aquellas declaraciones o de aquellos documentos relativos a actos o contratos en que se ventilen y fijen derechos y obligaciones reciprocas entre dos o más otorgantes; es decir, donde la voluntad de uno está limitado por la de otro u otros comparecientes, como centinelas, como garantía de la verdad que afecta al derecho de otro. Pero el dicho que sólo afecta al que dice puede ser seguido de inexactitud, porque la manifestación, por mucho que se revista de solemnidad, y precisamente cuando puede tacharse de dudable es cuando más se le reviste de ella, puede no ser la confesión de la verdad, sino un medio de asegurar la conveniencia.
Suponed un señor a quien convenga manifestarse opulento para fines determinados y que comparece ante un Notario y los correspondientes testigos a otorgar testamento. El acto y el documento no pueden ser más solemnes. Pues bien; en aquel momento hace consignar una cláusula en la que dice: “las diez casas que tengo en Madrid quiero que se repartan en la forma siguiente:..." Hace la distribución entre diez individuos que le viene en gana citar, y cuando aquel señor fallece y se va a cumplir su voluntad por los testamentarios, se encuentran con que no fue nunca propietario de diez casas en Madrid. ¿Valdrá para algo su dicho? ¿Puede ser más auténtico y solemne el documento? Hizo su declaración porque le convenía en aquel momento, por vanidad o por lo que fuera; pero por eso, ni a cierra ojos se cree, ni sirve para nada, porque aquellos señores legatarios se quedan con la miel en los labios, como vulgarmente se dice, y sin heredar tales casas.
Ahora preguntareis: ¿Y por qué había de convenirle a Colón seguir negando su verdadera cuna ? ¿ Por qué conservar el secreto hasta después de su muerte? Colón era hombre que había vivido muy intensamente; es decir, trabajó y sufrió mucho. Quien dió a España un continente, tierras, dominio y riquezas, se vió calumniado, difamado, procesado y cargado de cadenas por la maldad de los hombres, con la amenaza de verse despojado de todos los honores, privilegios y bienes que le pertenecían por su pacto con los Reyes en Santa Fe. ¿Había de vivir, ni morirse tranquilo, pensando que cuanto para él y los suyos consiguió había de estar a merced de la voluntad ajena?
Sabía cuán pasajera y mudable es la fortuna. Desde Cristo, que en tres días se vió entrar triunfante en Jerusalén y por los mismos que le ensalzaron crucificado en el Calvario, hállase el enaltecido y victoreado por los hombres, expuesto a su persecución y a su martirio. Y Cristóbal Colón, inteligente, sagaz, precavido, ¡gallego! (ya hemos visto que demostró serlo), habria demostrado que no lo era si no salvaguardase lo suyo y lo de sus herederos y sucesores, si no lo afianzase con el amparo de un poderoso que pudiera evitar el despojo, la confiscación. ¿Y quién mejor que Genova, la entonces poderosa República, a la que declaró cuna suya, en dias críticos, para ser admitido ante los Reyes como reputado navegante? A Colón, español, gallego, y a sus hijos, quien en España Ies dio honores y bienes se los quita; a Colón, extranjero, amparado por el pabellón genovés, no hay quien le infiera un daño, ni un agravio, sin las naturales consecuencias para quien lo intente. Por eso, en el mismo documento. Colón, o quien lo redactó para su conveniencia, remacha el clavo y ordena a sus hijos y descendientes que procuren siempre tener uno de su linaje en Genova.
Mas si auténtico y válido es ese documento para esa declaración,lo ha de ser para lo demás que contenga y en él aparezca. El que está a las maduras está a las duras. En dicho documento se lee también; “Y si a Nuestro Señor pluguiese que, después de haber pasado algún tiempo este Mayorazgo en uno de los dichos sucesores, viniese a prescribir, herederos hombres legítimos, haya el dicho Mayorazgo y le suceda y herede el pariente más llegado a la persona que heredado lo tenia, en cuyo poder prescribió, siendo hombre legitimo que se llame y se haya llamado siempre de su padre o antecesores, llamados de los de Colón. E! cual Mayorazgo en ninguna manera lo herede mujer ninguna, salvo si aqui ni en otro cabo del mundo no se fallase hombre de mi linaje verdadero que se hobiese llamado y llamase él y sus antecesores DE Colón” .
Su hijo Fernando Colón, muerto su padre, fué a Italia a buscar a los de Colón y no encontró ninguno, ni pudo cumplir lo que su padre encargaba. Encontraron Colombos, pero Colombo no es Colón, y el descubridor del Nuevo Mundo dijo de Colón y no Colombo. Para pasar por esto ha tenido que hacerse aquello de: donde digo digo no digo digo, que digo Diego. Es el caso del personaje aquél del sainete del celebrado e inolvidable Ricardo de la Vega, que iba de la corte a un pueblo, donde el alcalde le presentaba a su familia, y al llamar a su hija comenzó a gritar; ¡Tufa! ¡Tuta! “¿Cómo llama usted a la chica?”, dijo, asustado, el huésped. “Tuta", repuso el alcalde, y añadió; "Le diré a usted; como llamarse, se llama Restituta, pero como es muy largo el nombre, decidimos llamarla Tuta, y la hemos quitado el Resti".
Pero ni esa razón nos dan los que hacen descender a Cristóbal Colon de los Colombos italianos.Y aun podría pasarse por esa derivación si no se hubieran encontrado de Colón en ningún otro cabo del mundo. Pero se encontraron, lo que prueba que el apellido existía y existió tal como suena, de Colón, antes y después de descubrirse el Nuevo Continente y de morirse el descubridor, y da la casualidad de que en Pontevedra aparecen documentos, piedras, pergaminos, donde escritas, cinceladas, aparecen letras que unidas forman (as palabras de Colón, y como testigos de mayor excepción, allí están pidiendo y clamando que se tome en cuenta su declaración.
Otra razón que se alega por los italianistas en apoyo de la tesis Colón genovés es la Historia, la tradición. A un señor que escribe una historia se le ocurre hacer una afirmación más o menos gratuita, y aquella afirmación toma estado de hecho a fuerza de repetirla los que no se tomaron otro trabajo que el de copiarla. Esa es la petrificación del error a que el docto D. Rafael Altamira alude en La enseñanza de la Historia.
Tal sucede con el genovesismo de Colón. Sin analizar, examinar, inquirir, estudiar, ni deducir, dijo el primer narrador del descubridor del Nuevo Mundo, después de reconocer que el origen y cuna de Colón están rodeados del más profundo misterio, que nació en Génova, porque él lo dijo, cuitadiñainenle, sin haber de averiguar el por qué del secreto, la verdad de la afirmación, la razón que le indujo a no decir concretamente: nací en tal ciudad, en tal sitio, tal día; fueron mis padres... etc.; y cuantos se ocupan después del asombroso suceso y de la gran figura histórica, desde sus contemporáneos hasta la fecha, todos incurfen en la misma rutina, y el eco del tiempo va dejando la estela de la tradición, convenciendo a las generaciones posteriores de que aquello es una verdad como un puño.
En este mismo pasaje de la Historia de España observamos una inexactitud bien notoria, que deja muy mal a la veracidad narrativa y que nos da motivo para no creer a pie juntillas en la verdad histórica. En un libro titulado Don Fernando Colombo, impreso en Sevilla en el año 1871 y recogido el año 1872 en otras obras extranjeras, refiriéndose al Códice que se halla dentro de un cofre colocado al pie del busto existente desde el siglo xviii en el Palacio Ducal de Génova. se dice “que está guardado en el Ayuntamiento de aquella ciudad ¡al lado del violin de Paganini!" .
Otra muestra: Lafuente, historiador respetable y persona de reputada seriedad, al dar cuenta en su Historia de España, en la segunda nota de referencia al capítulo IX del tomo V II, del famoso documento de 1498, donde dice: “En Génova nací y de Génova salí”, que. como es sabido, se halla redactado en idioma castellano, sin duda para dar mayor fuerza demostrativa a la verdad, se permite decir; "El mismo (Colón) expresó bien su partía diciendo: Della quale citta di Genova io sonousciio é ne la quale sono nato.
Esto honra al buen sentido del señor Lafuente, porque pensó, muy lógicamente que, siendo de Génova Colón, la institución de su Mayorazgo debió de escribirla en italiano. La inexactitud, como se ve. a fuerza de querer hacer verosímil lo que no es cierto, no puede ser más notoria.
Tal falta de conformidad hay en cuanto a los documentos de Cristóbal Colón, que con inferencia a la colección de los relativos a las gracias, privilegios, donaciones y títulos, se asegura que fueron dos las copias que se hicieron en Sevilla, ante Notario y con licencia de los Alcaldes de Sevilla, de los auténticos originales guardados por Fray Gaspar Gorricio, monje de la Cartuja, y, sin embargo, resulta de la lectura de obras, alegatos (historietes et petites cantes, que decía un antiguo vendedor ambulante de libros al pregonar su mercancía por los madrileños cafés), que aparecen hasta seis o siete, que todas afirman ser auténticas. Como véis, ocurre con esto lo que con las reliquias de Santa Polonia, abogada contra el dolor de muelas. que eran tantas las que se atribuían auténticas de la Santa, que cuando un Papa, no recuerdo cuál, las mandó recoger, resultó que se llenaron dos carros con muelas de la celestial abogada.
Historia es una cosa, mejor dicho debe ser una cosa, y las historias son otra, y las más de las veces son éstas y no aquélla las que los historiadores propalan. ¡Historiadores! Sujetos, como todos los mortales, al egoísmo, a la soberbia, a sus aficiones, a sus intereses y conveniencias, a sus compromisos y a su amor jiropio y sobre todo a sus errores, y cada uno habla de la feria de la vida según le va en ella o según quiso que le fuera al personaje de su predilección. Recordemos, por ejemplo, que en nuestra infancia nos enseñaron que la batalla del Guadalete puso fin a la dominación de los godos en España, con su novela sobre Don Rodrigo, como nos pintaron al Principe de la Paz torpe, ambicioso y aprovechado, y al Rey José Boñaparte aficionado a la frecuente libación, y por eso le llamaban Pepe Botella. y la casualidad nos ha hecho saber luego que no hubo tal batalla, que D. Manuel Godoy murió pobre y abandonado en una bohardilla en París, y que el hermano de Napoleón I no probaba el vino.
Sin remontarnos más allá del final del siglo xix. del año 50 acá. los que habéis alcanzado, de los que me escucháis, aquella época no negaréis que entre la verdad de los hechos y el retrato de las personas que pintan los cronistas, los que presumen de historiadores, y la realidad, hay un abismo. Ahí están, sin ir más lejos. las inexactitudes que D. Rafael Calzada señala en la Historia Universal de César Cantú, apéndice titulado "Los últimos treinta años’', al hablar de Castelar, de Salmerón, Pi y Margall...
¡Qué más! la propia información actual, a pesar de la rapidez con que una rectificación puede hacerse,¿qué no de errores y de inexactitudes tiene? Al contemplar la narración de hechos que vivimos y ver cómo se desfiguran, ¿no tenemos el derecho de creer lo cambiados que nos servirá la Historia los sucesos pasados a través de las mezquindades de los que la vivieron, sin testigos presenciales que los puedan rectificar? ¡Historia! ¡Historia! Hombres, pasiones, mentira. Perdonad; me meti en historias y me alejé de la cuna de Colón. Cristóbal Colón no era genovés, no era italiano, porque jamás se expresó en ese idioma. Escribe a los Reyes. a sus hijos, redacta documentos, se dirige al geógrafo Toscanelli, al Embajador de Genova Nicoloo Oderigo. y lo hace en castellano; es decir, en un castellano sembrado de frases y de giros gallegos. Cuantos tratadistas se ocupan de Colón gallego, citan de éstos a porfía. Repetirlos yo aquí sería fatigar tontamente vuestra atención. Ya harán fe estas afirmaciones de la Riega, de Otero y Calzada de Zas, etc., etc., a su tiempo y en su lugar , Cristóbal Colón no sabía el idioma del Dante.
Oid este escrito en italiano, vamos al decir, que se atribuye al descubridor del Mundo Nuevo. “Del ambra es cierto nascere in india soto tierra he yo ne ho fato cavare in molti monti in la isola de Geyti bel de ofir bel de Cipango a la quale había posto nomme Spagnola. I ne o trovato Pieca grande como el capa mas no tota chiara salvo de chiaro y pardu y otra negra y vene asay. ” Como veis, es un italiano macarrónico, sólo comparable al de cierto dilettanti madrileño que alardeaba de tratar a todos los artistas del bell canto que venian a lucirse a la corte. En cuanto tenía noticias de su arribo, se dirigía a la residencia del recién llegado, le decía media docena de piropos, que el favorecido entendía muy bien, aunque se las hubiera dicho en chino (los piropos se entienden siempre), le pedia la sva stampa. y sacando el tarjetero le ofrecía una tarjeta diciéndoie; "tomate, me alegri de verli buono". y se marchaba tan contento, creyendo que hablaba el italiano mejor que Mussolini.
Hay que reconocer que Colón era correspondido por los genoveses en su desamor hacia ellos. El no se acordó de Genova ni de nada que a ella se refiriese, en sus alegrias. en sus penas, ni en los momentos decisivos y solemnes de su vida, salvo en lo de designar su nombre como lugar de su nacimiento; pero Genova y los genoveses le tuvieron en el mayor olvido y ni se dieron por enterados cuando se descubrió el Nuevo Mundo, que ya valia la pena de enterarse de que el descubridor decía .ser genovés. Ni una demostración de alegría, ni un homenaje, ni nada que fuera manifestación de cariño materno y fraterna!. Hasta el siglo xviii no aparece una composición poética que cante tan fausto y admirable suceso y alabe al hijo y al hermano que lo realizó y un escultor que patentice en mármol o eu bronce el entusiasmo genovés y el afán de perpetuar la memoria del ilustre navegante.
En el siglo xviii aparece Casoni tejiendo una historia del Almirante, tan amena como caprichosa, en los Anali della República de Genova, y otros autores, entre ellos un tal Grillo, que canta unas Historias genove-sas. Lorenzo Costa escribe un poema. El escultor Peschiera cincela en mármol un busto, que dicen ser de Cristóbal Colón y que figura en el Palacio Ducal de Genova y más tarde, en la plaza de Aguaverde se ve un monumento levantado por la municipalidad genovesa. La genealogía italiana que ahora pasa como de Cristóbal Colón contiene incongruencias e inverosimilitudes tales, que a poco que se analice se advierte su inexactitud. Deseo ser breve, porque ya abuso de vuestra paciencia y no quiero olvidar que el mejor amigo es el que menos molesta. Sólo el estudio de dos de esos documentos bastará ¡»ara confirmar mi aseveración.
Según acta notarial fechada en Génova en 21 de febrero de 1429 , ante el Notario Quirico de Albenga, Domenico Colombo, aprendiz de cardador de lana, padre de un Cristóbal Colombo, tenia a la sazón menos de once años. Si, como afirman varios tratadistas, entre ellos D. Prudencio Otero, el Almirante tenía a su fallecimiento en 1506 , cuando menos setenta y tres años, hubo de nacer en 1433 , y si el padre que quieren darle tenia en 1429 menos de once años, debió de casarse y engendrarlo entre los trece y catorce. Luego el Almirante claro es que no pudo ser hijo de ese Domenico Colombo. Aun en el supuesto de que Cristóbal Colón tuviese sólo setenta años a su fallecimiento, según afirman la generalidad de los historiadores, no es posible que un simple aprendiz de cardador de lana, entonces ni ahora, se hubiese casado a los trece ni a los diez y seis años.
Si, como otros opinan,Colón nació en 1446 o 1456 (tampoco quiso decir cuándo nació, confirmando así que trató de borrar toda huella de su nacimiento), no puede referirse al descubridor del Nuevo ¿Mundo otra escritura italiana de 31 de octubre de 1470 , que también figura como fundamento de la genealogía genovesa, según la cual Cristoforo de Colombo, hijo de Doménico y mayor de diez y nueve años, en presencia y con autorización, consejo y consentimiento del padre, declara que debe determinada cantidad por una partida de vino que había comprado. Cuando Colón vino a Castilla, según él mismo dijo, en 1483 ó 1486, tenía veintiocho años; es decir, que en 1470 tenía quince o diez y ocho anos.
No podía, por tanto, ser mayor de diez y nueve el 31 de octubre de 1470 . ¿A qué seguir adelante? No es posible admitir como verídica una genealogia (que contiene esos dislates, o por lo menos esas contradicciones.
He aquí, en cambio, la enunciación de documentos que acreditan la existencia de los de Colón en Pontevedra, unos en piedra y otros en pergamino, según datos aportados por D. Prudencio Otero, con exclusión de aquellos que proporcionaron a alguien la incomprensible satisfacción de maltratar a D. Celso García de la Riega:
1º. Capilla Santa María (siglo xv), en donde existe esta inscripcion: Os do cerco de Juan Neto o de Juan de Colón fiscieron esta capella .
2º. El cruceiro de Porto Santo, perteneciente a Juan de Colón.
3º. Transcripción al ferroprusiato de la inscripción del mismo crucero, hecha por el miembro de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra D. Luis Gorostola Prado.
4º. Fotografía del plano de la ría de Pontevedra calcado sobre el plano de Fontán, que tiene noventa años de existencia, el cual se puede considerar como la partida de nacimiento del Almirante, hecha por él mismo, y en donde se hallan los nombres de Porto Santo, San Salvador, La Galera y Punta Lanzada, que son del principio y fin de la ría de Pontevedra.
5º. Una escritura, otorgada en 11 de octubre de 1516 , ante el Notario Alonso García de Sixto, en que Juan Neto y Juan de Padrón dan fianza carcelaria a Juan de Colón.
6º. Una escritura sobre cuentas de la obra de la iglesia de Santa María, que rinde Juan de Colón en 20 de septiembre de 1529 , otorgada ante el mismo Notario Alonso García de Sixto.
7º. Un libro que procede del gremio de mareantes y se guarda en la Sociedad Arqueológica, en que figura girando visita el muy magnifico y reverendísimo maestro D. Cristóbal Colón en 1575 .
8º.Otra visita igual a la misma cofradía, en 1576 , por el citado don Cristóbal Colón.
9º. Otra acta de 28 de diciembre de 1576 , de visita girada por el referido D. Cristóbal Colón a la cofradía de la Santísima Trinidad.
10º . Hoja del cuaderno de cuentas de la cofradía de San Miguel, en poder de la Sociedad Arqueológica, donde figuran Alonso y Antonio de Colón, comprensivo de los años 1480 y 1490.
11º. Una escritura de 13 de octubre de 1519 , de un foro hecho de la heredad de Andurique por el monasterio de Poyo, a favor de Juan de Colón, mareante, y de su mujer, Constanza de Colón, vecinos del arrabal de Pontevedra.
12º. Escritura de 26 de febrero de 1731, en poder del doctor D. Joaquín Piñeiro, de compra de dos foros sobre dos casas en las Curbaceiras y otra en la calle de la Pedreira, de Pontevedra, que cobraba doña Catalina Colón de Portugal.
13º. Anotación en el Registro de la Propiedad de Pontevedra de un foro otorgado en 9 de marzo de 1775 por D. Miguel Colón de Portugal, vecino de Indias.
14º. Partida de defunción de doña María Benita Henriquez Bargas y Colón, de 26 de agosto de 1775 . existente en la parroquia de San Bartolomé, de Pontevedra. Los tres documentos números 12,13 y 14 sirven para acreditar que en Pontevedra existieron en el siglo xviii los descendientes del Almirante y tuvieron propiedades cuyo origen seguramente fue de su ascendiente Juan de Colón.
CONCLUSIÓN
La existencia de los indicios de innegable importancia que os llevo relatados, como veis, forman una prueba seguramente trascendental, que, si no es plena hoy, puede serlo en cuanto se complete con la compulsa de documentos hallados en Pontevedra, con el análisis de razones y lógicos argumentos de los tratadistas y de los testimonios aportados, todo lo cual conviene reunir y a lo que debe darse forma para que la cuestión salga del terreno puramente particular en que se encuentra y convertirse en dictamen y propuesta oficial, que acabe; con la indecisa e inestable situación de este tan interesante asunto.
Todo ello inclinó el ánimo de D. Prudencio Otero Sánchez a solicitar de la Comisión “Pro Colón pontevedrés”, que se constituyó en aquella capital gallega, y de la Diputación provincial (ambas entidades presididas a la sazón por el ya fallecido D. Antonio Pazos), que se pidiera a la Academia de la Historia el nombramiento de una Comisión de su seno que acudiera a Pontevedra y con su autoridad e inteligencia pudiera dictaminar y dar así un paso que había de conducir a la definitiva solución del enigma. De acuerdo con la propuesta de D. Prudencio Otero, se hizo la solicitud a la Academia de la Historia, la que, correspondiendo a la lógica petición y conociendo que aquélla era inmejorable ocasión que se le presentaba de demostrar cumplidamente la razón de su existencia, accedió gustosa a la invitación.
Nombrados los señores académicos que habían de pasar a Pontevedra, cuando se disponían a cumplir tan elevada y patriótica misión, los acontecimientos del mes de agosto de 1917, de todos conocidos, hicieron suspender lo acordado. Transcurrido el verano aquél y antes de poder ser reiterado el ruego a la Academia, el Académico que había sido destinado para presidir aquella Comisión lanzóse a publicar en el Boletín oficial de la misma Academia, correspondiente al mes de marzo de 1918, un alegato mostrándose decidido defensor de la genealogía italiana de Cristóbal Colón, sin un argumento en contra de las razones de orden espiritual que rodean y motivan en primer término la opinión de Colón pontevedrés, y repitiendo como al dictado las razones que se exponen en la Raccolta colombina, para justificar la rutinaria e improbada oriundez genovesa del descubridor del Nuevo Mundo.Se declaraba con su conducta incompatible y recusable para presidir la Comisión de referencia.
No obstante, a nuevos requerimientos de D. Prudencio Otero, pidióse que la Comisión de la Academia de la Historia cumpliese lo acordado y marchase a Pontevedra, y entonces recayó el peregrino acuerdo de la Corporación ilustre de que era mejor que ir la Comisión a Pontevedra enviar de allí a Madrid los documentos y antecedentes para su examen e informe. Yo no voy a la montaña, pero que la montaña venga a mí. Mas como no es posible trasladar a Madrid piedras del altar de Santa María de Pontevedra, ni la casa en ruinas y el cruceiro de Poyo, ni los encargados de custodiar archivos y registros pueden dejar salir de allí los documentos originales guardados, ni es posible obligar a los particulares que poseen algunos a que se desprendan de ellos para remitirlos a la corte, quedó estacionado el asunto, y asi se encuentra.
En cambio, en el mes de septiembre del mismo año, el ilustre Académico, también de la Historia, D. Ricardo Beltrán y Róspide, notable jurisconsulto y Catedrático de la Universidad Central y Secretario de la Sociedad Geográfica, publicó un admirable trabajo en el que demuestra que el Cristóforo Colombo de Genova o de Saona no pudo ser el Cristóbal Colón que dió a España un mundo nuevo. En este trabajo se establecen las conclusiones siguientes:
-Colón nació cuando él lo dice: veintiocho años antes de su venida a España, o treinta y ocho años antes, si asi lo dijo pero hubo error de copia en el documento que cita.
-Colón fue marino y empezó su vida de hombre de mar cuando él lo dice: veintitrés años antes de su venida a España, o sea hacia 1460 o 1461; cuarenta años ya cumplidos antes de 1501; es decir, hacia 1460 o 1461, cuando muy pequeño, niño aún, si nació hacia 1456, o ya entrado en la adolescencia, si nació hacia 1446, debía acompañar en sus navegaciones o en otras faenas del mar a los mayores de la desconocida familia a que perteneció.
-Colón aportó a Portugal cuando él lo dice: hacia 1476, o sea catorce años antes de dar por terminadas sus gestiones para convencer al monarca lusitano.
-Colón vino a España para entrar al servicio de su Reyes cuando él lo dice, esto es, en 1483-1485.
-Colón murió cuando tenía cincuenta y uno o sesenta y un años de edad; achacoso, envejecido, con todo el aspecto del hombre que ha llegado a los setenta años. Por esto, los contemporáneos que hablan de la edad de Colón le suponen más viejo de lo que era.
-Cristóbal Colón, por ultimo, el hombre que escribió la carta de 7 de julio de 1503 y en la que se lee el párrafo siguiente: Yo uine a scruir de veinte i ocho años, i agora no tengo cauello en mi persona que no sea cano, i el cuerpo enfermo, i gastado quanto me quedó de aquellos, i me fué tomado, i bendido, i a mis hermanos fasta el saio, sin ser oido, ni uisto con grandes horror mio... y las demás que de él se conocen, no puede ser el Cristóforo Columbo, lanero y humilde menestral de Génova.
Entre todos los escritos de Colón hay siempre relativa conformidad, aun admitiendo distintas interpretaciones. No la hay de ningún modo, tómense los documentos que se tomen, háganse las interpretaciones que se hagan entre los escritos de D. Cristóbal Colón y las citas y escrituras de Genova y Savona referentes a Cristófono Columbo.
EI Colón de los documentos españoles no es el Colón de los documentos italianos.
.
Para que Cristóbal Colón, el navegante desde la más pequeña edad por todos los mares conocidos de su tiempo, pudiera ser el sedentario artesano e industrial de la familia Columbo-Fontanarubea, de Génova, habría que rasgar todos los papeles escritos por el primer Almirante de las Indias, y suponer en éste, con el propósito de ocultar su origen, tal previsión de lo porvenir, que se pasó la vida calculando qué era lo que debía consignar acerca de sus primeros años para anticiparse a desmentir lo que resultase de documentos que siglo tras siglo fueron apareciendo en los protocolos notariales de Génova y Savona.”
¿Es posible, pregunto yo aquí, desde esta tribuna en la cual se adquiere autoridad aunque el que habla, como me sucede a mí, no la tenga (porque este honorable puesto está honrado por la significación y el respeto que ostenta la Unión Ibero Americana) es posible dejar tan trascendental cuestión en este estado de abandono? ¿No merecen siquiera amorosa acogida las patrióticas intenciones de quienes deseamos que se haga la luz en este muy importante e interesantísimo asunto para España y las por nosotros tan queridísimas Repúblicas Americanas, unidas a nuestra Madre Patria por los familiares vínculos de la sangre y de amor, y por eso de manera incomparable e insustituible al que jamás podrá estarlo otra nación alguna?
No habrá seguramente nadie, que buen español se llame, que no desee que pronta, rápidamente, se evidencie si Colón fué o no genovés, y en tanto haya la menor duda de que pueda ser hijo de Galicia, de España, nadie podrá quitarnos el derecho de proclamarle español, gallego, pon-tevedrés. Me hago eco de las hermosas palabras del doctor D. Constantino Hortas y Pardo, de Nueva York, autor de la obra La verdadera cuna de Cristóbal Colón y socio del Instituto Lusitano Americano de Portugal, miembro de un sinnúmero de asociaciones de España, América y Francia, y aquí las repito, porque encierran y compendian cuanto pueda decirse sobre este capital asunto, tan español y tan americano:
Nos dirigimos a los historiadores, publicistas, periodistas, cronistas, personas de cultura,
paz y buena voluntad; a la Iglesia, al Ejército, a la Marina, a las Academias y Sociedades
de cultura, a las Universidades y Centros docentes, a los iberistas y americanistas, para
que, removiendo Cielo y Tierra, puedan gritar ante el mundo: ¡Colón nació en Galicia!
Después de dicho esto, sólo me resta condensar la razón de esta conferencia en una petición, que formulo desde esta tribuna. Es preciso acabar de una vez con la leyenda "Colón genovés’' o con la quimera “Colón gallego”. Para ello requiero desde aquí, en su propia casa, a la Unión Ibero Americana para que apoye y sostenga con el esfuerzo de su influyente y respetable autoridad la solicitud que solemnemente hago al Poder Público en este instante, de que se ordene por el Ministerio de Instrucción pública que .se abra un proceso, una información, en Pontevedra, donde puedan deponer y aportar datos, testimonios y antecedentes cuantos españoles los posean respecto al nacimiento y genealogía de Cristóbal Colón, al que se una, después de minucioso estudio, un dictamen detallado y completo de la Academia de la Historia (para lo que deberá nombrarse quién o quiénes de la misma hayan de ir a la capital gallega) acerca de la verosimilitud y probanza de la genealogía genovesa del descubridor del Nuevo Mundo, y una vez hecho esto, que se analice e informe sobre cuantas razones aportan los tratadistas, y documentos, datos y antecedentes, incluso examen de declaraciones, existan en Pontevedra respecto a la oriundez gallega de Cristóbal Colón.
Es caso de honor para Galicia, y a España interesa, por tanto, el dilucidarlo, sin apasionamiento, sin que puedan mezclarse con el severo juicio de la razón y de las plenas justiñcaciones la vanidad ni el tesón mal entendidos, hijos de un amor propio pueril y contraproducente. Rectifiqúese el error. Teodoro Roosevelt, el eminente pensador, el ilustre estadista, ha dicho que así como el siglo xix fué próspero para la ciencia y el de los grandes descubrimientos, el siglo xx sería el siglo de las rectificaciones geográficas e históricas. Lo de las rectificaciones geográficas, por desgracia, ya lo hemos visto con motivo de la guerra mundial más cruel y salvaje (como que era la guerra de la codicia) que pudo verse, cuando la Humanidad se consideraba arribando a la cumbre de la civilización.
En cuanto a las rectificaciones históricas, circunscribiéndonos a la que nos ocupa en este instante, a la de la aquí de Cristóbal Colón, pongamos todo nuestro esfuerzo para probar su justicia. Para ello contemos con la Fe y con el Tiempo, que ellos nos darán el triunfo. La primera se lo dió a Colón para descubrir un Mundo Nuevo. Pongámosla nosotros, como él, con insistencia, con ardor, con paciencia, para descubrir lo que él descubridor se empeñó en ocultar. En cuanto al Tiempo, que no perdona que no se cuente con él para todo (en este caso no puede quejarse), así como nos proporcionó luz para vislumbrar lo que Colón quiso dejar en la sombra, confiemos en que dará el merecido premio a nuestra buena voluntad. Con él no valen mordazas, habilidades, ni malas artes. El Tiempo es el mensajero de la Verdad, el portador de las reivindicaciones.
He dicho.
FUENTE:
XAVIER CABELLO LAPIEDRA
CONFERENCIA EN LA UNIÓN IBEROAMERICANA
6 FEBRERO DE 1924
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