martes, 24 de abril de 2018

HUIDA DE NOBLES DE PORTUGAL A CASTILLA AÑO 1484 EN CRONICA ALFONSO DE PALENCIA.



"...A la mención de estos sucesos ocurridos en Italia, debe seguir más detallada narración de los trastornos de Portugal, así porque la mayor proximidad á nuestra patria les presta más interés, como porque dieron mayor ocasión á disturbios por toda la Península, para perpetuar los odios y las venganzas, como podrá verse en lo que sigue. 

Había usado el Rey D. Juan II de excesiva crueldad con su tío el Duque de Guimaraes ó de Braganza, según queda dicho. La muerte de tan ilustre magnate, revestido de tanta autoridad, había hecho nacer en el ánimo del Rey constantes sospechas y en el de los Grandes indecible temor. 


Todos aquellos que, ó por vínculos de la sangre ó por los de la amistad, habían llorado la desgracia del Duque, habían huido á Castilla, y los pocos aún residentes en Portugal eran aborrecidos del receloso Monarca por los mismos motivos que había odiado al infeliz Duque, primero en recibir tan inmerecido castigo, á saber: porque muy queridos y honrados por el Rey D. Alfonso, padre de D. Juan, á quien ellos también reverenciaban, habían atraído á su partido, por lo ilustre de su linaje, sus riquezas, y su munificencia, á los de la segunda nobleza, y todos parecían inclinados á la causa de la reina D.a Isabel. 

El rey don Juan temía que la atención de éstos se fijara en el quebrantamiento de lo pactado acerca del ingreso en religión de D.ª Juana, supuesta hija del rey D. Enrique, á la que alentaba y honraba más de lo que los pactos le permitían, no ocultándose á los avisados que maquinaba algún funesto propósito. Oía con pena las noticias de prósperos sucesos de D. Fernando y D.a Isabel, y descubría su enemiga mostrando alegre semblante cuando le contaban algún hecho que les fuese contrario, principalmente después de la muerte del Duque de Braganza, y de la huida de sus hermanos á Castilla. 

A este profundo recelo se añadía un miedo , á todo que hacían más intenso sus esfuerzos por desecharle.

 Por esto le era odiosa la ilusítrísima D.a Beatriz, su suegra y del difunto Duque de Braganza, y creía ver un enemigo temible en el Duque de Viseo, hermano de la Reina, por lo que deseaba exterminar á los nobles que acataban al ilustre mancebo.

 Inquieto con tales cuidados, buscaba con preferencia los bosques; confiaba á muy pocos de sus satélites la guarda de su persona; empleaba la mayor parte del tiempo en la caza, y se atraía con promesas de dádivas á los familiares, de los que sospechaba le eran contrarios, á fin de que fundasen en éi, más que en sus señores, la esperanza de futuros provechos. 

Con estos y otros semejantes ardides trató largo tiempo de averiguar de cuál de los Grandes tenía que temer más. Recorría con preferencia los bosques próximos á Setubal, en cuyas inmediaciones estaba el castillo de Pálmela, fuerte por su situación y defensas, y donde guardaba sus tesoros. 

En aquella ciudad se encontraba á la sazón el Duque de Viseo con otros Grandes. Cierto clérigo, por nombre Diego Tinoco, capellán del Obispo de Ebora, y Vasco Cotiño, un caballero de la noble familia de este apellido, se acercaron a! Rey cuando atravesaba los bosques, y le dijeron que se creían más obligados al cumplimiento de ta debida lealtad en lo concerniente á la incolumidad del Rey que á cualquier otro deber para con los Grandes del reino.

 Por esto se creían precisados á descubrirle la conspiración de algunos que le preparaban asechanzas, funestas para su persona si inmediatamente no se ponía en salvo.

 El aviso, tan conforme con sus pensamientos, obligó al Rey á marchar á Setubal y dar orden á los guardas de las puertas de no permitir á ninguno de los que acompañaban al Duque de Viseo la entrada en el vestíbulo contiguo á la cámara. Muy pronto, y según costumbre, acudió el infeliz joven á besar la mano al Rey; mas ar ver que cerraban la puerta tras él, después de prohibir la entrada á su comitiva, increpó á los guardias por aquella novedad. Contestaron ellos que no podían ir contra las órdenes del Rey, y entonces, deseando salir y no permitiéndoselo los guardias, dió voces mandando abrir las puertas. 

De pronto apareció el Rey, y superó con su crueldad la osadía de los guardias de la puerta, atravesando con su puñal el pecho de su cuñado. Al caer, algunos de los presentes le dieron también otras heridas mortales. 

Cuando vieron volver al Rey manchado de sangre y con ceñudo rostro algunos criados, que por haber permanecido en las habitaciones no se habían dado cuenta del suceso, le preguntaron qué ocurría, y el contestó: «He dado muerte al enemigo que intentaba dármela á mí.» 

De seguida envió á sus satélites á prender al obispo de Ebora García de Metieses, á su hermano Fernando de Meneses y á otros muchos caballeros de la primera nobleza, y los hizo matar con diversos géneros de tormentos.

 El más cruel le reservó para el Obispo, á quien mandó sepultar en oscurísimo é infecto subterráneo de la cárcel de Avís, donde jamás pudo pasar del vigésimo día con vida ninguno de los allí encerrados, á causa del hedor insoportable. 

Así pereció aquel infeliz prelado, uno de los más nobles del reino; de ánimo esforzado, y tan elocuente, que podía compararse con los más fecundos italianos de su época. Algunos achacaron el motivo de este crimen á la crueldad y temores del Rey; otros muchos á cierta conjura de los Grandes; pero la innata animosidad del Rey contra la nobleza portuguesa, y además del temor de que estaba poseído desde la muerte del Duque de Braganza, el rencor oculto en los pechos no permitían esperar un término para los odios y anhelo de venganza de una y de otra parte. 

Todas estas desdichas traían profundamente angustiado el bondadoso corazón de la reina doña Isabel, que veía con honda pena el luto y la tristeza que abrumaban á la afligida D.a Beatriz, á quien profesaba singular cariño de sobrina.

 Fué preciso, sin embargo, disimular con cautela estos pesares, por la necesidad de dirigir toda la atención y todas las fuerzas á la guerra emprendida contra los granadinos, sin suscitar nuevas dificultades..."

                                                            FUENTE:
                                                GUERRA DE GRANADA
                                             "ALFONSO DE PALENCIA"

3 comentarios:

  1. Descripción muy bien definida por Palencia, quien escudriñaba las emocione humanas en sus contemporaneos. Buen Post y muy ilustrador.

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  2. Doña Beatriz había sido piedra angular para acabar con las hostilidades entre los partidarios de Isabel y los de Xoana.

    Una pacifista de polendas.

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