Referencias del COLÓN CORSARIO extraidas del testimonio de Alfonso de Palencia, en su obra escrita en latin traducida al castellano,cronista del rey Enrique IV y de los reyes Catolicos.:
"...Pronto comprendió el embajador (Fernado del Pulgar,de parte del rey Fernando) que el rey Luis (de Francia) trataba de engañarle aparentando el ajuste de aquellos pactos, porque ya decididamente en favor de D. Alfonso de Portugal, en vez de embajadores, se disponía á enviar numerosas tropas á las fronteras de Gascuña confinantes con Fuenterrabía para romper la guerra en favor del Portugués contra los de D. Fernando.
Bien penetrado el embajador de la fraudulenta astucia del francés, regresó á España á comunicar á D. Fernando las intenciones de su perpetuo enemigo.
En estas inútiles negociaciones se emplearon muchos días, y el fragor de la guerra ahogó la voz de los pacíficos razonamientos, porque en vez de embajadores el rey Luis envió á las fronteras de Vizcaya ejército numeroso, y D. Fernando por su parte no se descuidó en mandar á Fuenterrabía fuerte contingente de escogidos caballeros.
Con el enemigo portugués que ejercía sus depredaciones en el interior de Castilla, la puerta abierta de Gascuña era un peligro y la extrema necesidad exigía algún auxilio eficaz...."
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"....Mostróse la fortuna dignamente propicia a un partido y favoreció con desdoro al otro.Infestaba el mar de Occidente un pirata llamado COLÓN, natural de Gascuña, al
que sus afortunadas expediciones habían permitido reunir GRUESA ARMADA y ostentar el título de ALMIRANTE DEL REY DE FRANCIA.
POR ÉL se habían hecho los franceses aptos para LA NAVEGACIÓN,porque antes se les consideraba, ó desconocedores de tal ejercicio, ó poco experimentados en las
expediciones marítimas.
Después de combatir largo tiempo en Francia con los ladrones, casos adversos de fortuna le sumieron en la desgracia, y, ya hacia la mitad de su vida, se consagró Á LA DE MAR y se enriqueció rápidamente merced á sus crueles y pérfidos procedimientos de pirata.
Buscó para compañeros algunos vascongados, gascones, ingleses y alemanes aficionados á aquella vida; construyó UNA GRUESA NAVE, reforzada en las bandas con fuertes vigas para resistir el choque de las máquinas enemigas; INVENTÓ otras de diversos géneros, y en épocas determinadas salía del puerto de Harfleur, plaza de Normandía en la costa del Océano, frontera á Inglaterra, y atacando furiosamente á cuantas naves mercantes encontraba en la travesía, se apoderaba de sus riquezas.
En sus correrías había llegado á las costas de Portugal y al estrecho de Cádiz, dirigiendo sus principales ataques contra portugueses y genoveses, por lo que el Rey de aquella nación D. Alfonso, aliado entonces del inglés contra Francia, había enviado una armada en persecución del pirata.
La antigua enemistad entre el rey Eduardo de Inglaterra y Luis XI de Francia hizo necesario el apresto de poderosa armada para que AQUÉL se apoderase de las provincias que en otro tiempo había poseído ú ocupado en el continente.
Halló preparado á su contrario con grandes fuerzas apostadas á lo largo de las costas de Gascuña y Normandía; pero en el continente la batalla empeñada entre ingleses y franceses fué favorable á los primeros.
Amargamente sintió el descalabro el rey Luis, al que no habían valido las malas artes empleadas antes de la llegada de su enemigo para sembrar cizaña entre sus Grandes, y conociendo las vacilaciones del rey Eduardo, entabló tratos de paz fácilmente concluida, porque el francés pagó todos los gastos de la expedición de los ingleses y dió muchas prendas para afirmar la nueva alianza.
En las entrevistas entre ambas partes celebradas se aparentó gran amistad, y luego el rey Eduardo regresó á su reino.
El de Francia, en su deseo de dejarlo todo arreglado á cualquier costa para ocuparse en la invasión de los vascos y en la guerra de España, fácilmente indujo al duque Carlos de Borgoña á nuevos tratos de cruel alianza.
Entretanto el rey Luis, YA AMIGO de D. Alfonso de Portugal, deseando desahogar con España un innato prurito de guerra, antes de declararla, mandó á COLÓN que se reuniera con los marinos portugueses.
Arribó el pirata á las costas de Lisboa y entró en la desembocadura del Tajo con SIETE GRUESAS NAVES, y púsose en espera de los mercaderes vascongados que llevaban á Flandes vino, aceite y otros géneros.
Muy ajenos estaban ellos de temer nada de COLÓN, con quien tenían frecuente trato, á quien algunas veces habían acogido benignamente y en cuyas naves iban muchos marineros de Vizcaya.
Confiados, además, en el afecto que los de estas provincias se profesan cuando están lejos de ellas, nada recelaban del pirata.
Pero éste, al divisarlos cuando doblaban el cabo de San Vicente, puso hacia ellos las proas. Seguros entonces de que venían á su encuentro, marcharon confiados á recibir al que creían amigo, sin cuidarse, por tanto, de tomar las armas, y, según costumbre de la gente de mar, le preguntaron con qué intención venían en su busca.
COLÓN, dándose por muy amigo de los patrones de las naves, se limitó á indicar que pasasen á la suya para ver por las relaciones de carga si entre la de los andaluces habían introducido alguna los genoveses.
Sin demora obedecieron los incautos vascongados, y el pérfido pirata les obligó traidoramente á que le entregasen sus nueve naves.
Dos lograron huir merced á la astucia de cierto vascongado(1); pero se apoderó de las otras siete y envió á Inglaterra á vender el cargamento de vino y aceite, géneros de que allí se carece.
Entonces escaparon de las naves los mercaderes andaluces y algunos vascongados, y llegaron á la ciudad de Hampton á reclamar ante las autoridades contra el inicuo despojo.
Confiaban en la estrecha alianza de nuestro D. Fernando con el rey Eduardo; pero
los Magistrados, después de consultarle, entregaron á los míseros mercaderes
á los piratas, con ultraje de la humanidad y de los términos de la alianza, con daño grave de los españoles y quebranto del derecho de gentes, puesto que el rey de Francia, cuando aún no se había declarado la guerra, no se avergonzó de entregar á COLÓN, como buena presa, las naves,despreciando las justas reclamaciones de restitución de los españoles y despidiéndolos con agria respuesta, en que hizo alarde de su acostumbrada perfidia y su espíritu tiránico.
Este inicuo atropello dió ocasión á la encarnizada guerra entre Francia y España, vivamente fomentada en el corazón de Castilla por los adictos del rey de Portugal..."
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"....Por más que conociese la declaración de guerra de los franceses contra los vascos, guipuzcoanos y navarros, adictos á D. Fernando, por haber hecho el rey Luis que se publicase á voz de pregón por todas las ciudades y pueblos de Gascuña, á fin de que la noticia animase á los sitiados para arrostrar trabajos y riesgos, con la esperanza del inmediato socorro de los amigos.
Con igual propósito se valió el francés de numerosos artificios, ya escribiendo al de Portugal y á sus aliados que Fuenterrabía, oprimida con estrecho cerco, casi destruida por terrible asalto, é impotente, por tanto, para resistir el poder de los franceses, les dejaría paso franco para penetrar en el corazón del reino; ya que le tendrían por Navarra, en parte su aliada, y más fácil y rápido para atravesar el Ebro por aquella parte.
El rey D. Fernando, puso al frente de los vascongados defensores de Fuenterrabía al excelente Esteban Gayo (ó Gado), portugués muy experto en el arte militar, que le escogió entre todos para dirigir la defensa de Fuenterrabía contra los franceses.
Toda esta fama de esforzado no fué, sin embargo, bastante para disipar entre los vascongados la extrañeza de que un portugués pudiese combatir al rey de Portugal. Al cabo el continuado trato les hizo desechar, en gran parte, sus sospechas.
Con haber logrado toda la balumba de las máquinas de guerra francesas abrir algunas brechas en los muros, de nada servía contra la tenaz resistencia de los defensores, porque el esfuerzo que en sus corazones infundía el ejemplo de su capitán, llenaba de pavor á los franceses; con maravillosa solicitud se atendía á levantar nuevas defensas, y resultaba inútil la persecución del enemigo contra las naves, que no interrumpían sus viajes para traer vituallas á los vascongados.
En cambio, los sitiadores solían pagar cara su temeridad, pues, cortada su comunicación con Gascuña por la marea, veíanse obligados, hasta que bajaba, á pelear desde lejos sin el auxilio de los que acampaban en otros reales y contemplaban á veces el apuro de sus compañeros, sin poderles ayudar, por prohibirles el paso la altura de las aguas...."
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".......Con no menor fortuna peleó contra el enemigo el conde de Salinas D. Diego Pérez Sarmiento, capitán por el rey D. Fernando de los vascongados que defendían á Fuenterrabía, y que á diario peleaban con los franceses sitiadores.
Confiados éstos en la numerosa artillería que verdaderamente les hace terribles en los sitios, habían reducido á tan crítica situación á los de la villa y á la caballería de la guarnición, derruida la muralla á los tiros de las bombardas, arrasadas las defensas, y por completo destruidos fosos y trincheras, que ya la única salvación consistía en no esperarla.
Pero en una salida de los nuestros contra la muchedumbre enemiga, dueña ya casi de la plaza, de tal modo la aterraron que, además de matarles muchos soldados, se apoderaron de cañones y máquinas de guerra, y repararon las defensas para tener algún tanto á raya la furia de la muchedumbre francesa, porque retrasar mucho tiempo la rendición de la plaza se tenía por muy difícil.
Sin embargo, la llegada de la caballería del condestable D. Pedro de Velasco, y de los Condes de Aguilar y de Monteagudo, y D. Rodrigo de Mendoza, obligó á los franceses á refugiarse en el otro campamento de la costa de Gascuña, allí donde la marea señala la división de las dos provincias, una de cuyas costas pertenece á los españoles y otra á los gascones.
Entre éstos y los vascongados perdura antigua y sangrienta contienda, porque los últimos sostienen que su territorio se extiende 1.500 pasos más allá de donde llegan las aguas, y sus adversarios afirman que termina en la mitad de este espacio.
Asentados ya en su nuevo campamento los franceses, acordaron los nobles castellanos encomendar el mando de la guarnición á D. Rodrigo Mendoza, esforzado
guerrero que, al valor de los vascongados, añadía ciertas simpatías que entre ellos gozaba.
Una vez, por fin, exasperados todos, se lanzaron por todas partes cuando las aguas estaban más bajas, y tras confusa revuelta, trabaron combate todas las tropas hasta que el reflujo vino á separarlas.Cerca de 4.000 franceses perdieron allí la vida.De los vascongados murieron 500. En aquel día cobraron los de la plaza más firme esperanza de conservarla, y los demás naturales mayor confianza de resistir al numeroso ejército francés.
Asimismo se pudo emprender la reparación de las murallas y defensas..."
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".....Repetidas veces habían intentado los capitanes franceses enviados por su Rey al sitio de Fuenterrabía apoderarse de esta plaza, ya más fuerte por el aumento de guarnición y nuevas obras de defensa, y, frecuentemente rechazados, habían retrocedido, yendo á estacionarse en algunos casos á más seguros campamentos, más allá del reflujo del mar, y en otros á villas más remotas, según las órdenes del rey Luis.
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".... Mientras, confirmados los pactos, (durante seis meses,entre el rey de Portugal y el rey Fernando ,tras la derrota de los portugueses en tierras de Castilla), tranquilizáronse los pueblos; el rey don Fernando quedó más libre para atender á otras empresas, y pudo darse vado á muchos asuntos detenidos por aquel obstáculo.
Uno de los principales era acudir á hacer frente á los franceses, que nuevamente estrechaban el sitio de Fuenterrabía, y no se veía otro general que pudiera evitar la toma de la plaza largo tiempo combatida por el tenaz enemigo, sino el rey D. Fernando, temido de los franceses y á quien seguirían á la guerra vascongados y navarros.
Marchó en seguida D. Fernando á Burgos el 13 de Mayo del año 1476, con ánimo de llevar luego socorro á los vascongados..
Por otro lado tenemos al conde de Plasencia D. Alvaro de Estúñiga que envió al rey de Portugal sus cartas con amargas quejas porque, siendo el primero de los Grandes que abrazó su partido, se había visto abandonado en la defensa del castillo de Burgos; jamás le había prestado ayuda.
Ya antes Pedro de Estúñiga, primogénito del de Plasencia, por instigación de éste y de la madrastra D. a Leonor Pimentel, había preparado diligentemente el terreno para la reconciliación con los reyes, primero con D. Fernando y después con D. a Isabel.
Pesó, sin embargo, al rey de Portugal la resolución del Conde de Plasencia.
En este mismo mes de Mayo de 1476 intentaron los moros hacer sufrir otro descalabro á los portugueses..."
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".. Don Fernando, ante los intentos del Francés, se vio obligado, al marchar á Vizcaya, á acudir al remedio de las futuras necesidades con el establecimiento de la Hermandad popular.
Luego marchó á la provincia de Vizcaya, reclamada corno propiedad suya por los franceses, por la inicua y vana liberalidad del Portugués, que para ocupar también lo ajeno había querido enajenar lo que no le pertenecía, cediendo el señorío de aquella provincia al ambicioso rey de Francia.
Entretanto el rey de Portugal maquinaba diversas empresas; pero, por lo que después se vió,todas las pospuso á la inmediata entrevista con el rey de Francia. Quería, sin embargo, ocultar su propósito á los de Toro, temeroso de que llevaran á mal sus partidarios el viaje á tan lejanas provincias, adonde sólo podía ir por mar.
Ni aun á sus más íntimos reveló su resolución, y sólo les dijo que necesitaba visitar las ciudades de su reino para exigirlas recursos más duraderos para la paga del ejército; levantar el ánimo decaído de los pueblos y refrenar la reciente osadía de los moros, que se habían atrevido á atacar á Ceuta y otras plazas de Marruecos, y seguramente se arrojarían cada vez más á mayores desmanes si no veían robustecerse de nuevo el valor de los portugueses.
Para conseguir esto era preciso equipar una ARMADA que supliendo con ventaja á las guarniciones de Africa, mantuviese á raya los insultos de los andaluces, y hacer que las expediciones de los portugueses á las costas de Guinea fuesen lo que habían sido.
Con estas y otras razones análogas convenció D. Alfonso á sus íntimos de la conveniencia de retirarse á sus tierras, cosa que les fué muy grata. A los de Toro y á los de Castronuño les prometió volver dentro de dos meses con invencible poderío, y en caso que la reunión de tan fuerte ejército se retrasase más de lo que pensaba, regresaría á Toro.
Pero ya al querer ensayar mil recursos vacilaba, y no pudiendo sostener por más tiempo el peso de los asuntos del reino, cifraba en el viaje á Francia el alivio de los quebrantos sufridos y el completo remedio de todos los males.
Salió de Toro el 13 de Junio, y siguiendo el curso del Duero, llegó á Oporto, la ciudad más importante del reino después de Lisboa.
Allí se detuvo más tiempo del que había dicho á los de Toro, por esperar al gascón COLÓN, almirante de la armada del rey Luis de Francia y encargado de conducir á D. Alfonso por las costas de Narboná, porque las del océano de Gascuña no ofrecían tanta seguridad, así por las frecuentes correrías de los vascongados, como por las noticias que tenía Colón del apresto de una fuerte armada de 30 navios, preparada en Bilbao por orden de D. Fernando.
Mientras aguardaba en Oporto el arribo de la armada francesa, se ocupó con gran cuidado en la exacción del dinero. Al cabo descubrió á sus más leales la necesidad de su viaje para conferenciar con el rey de Francia, con cuyo auxilio había de vencer a sus enemigos, y la de sufrir las molestias de la navegación para resolver muchas cosas que era peligroso tratar por cartas ó por intermediarios.
Mientras el rey de Portugal preparaba lo necesario para su navegación, D. Fernando y D.a IsabeL, ya más desembarazados con la ausencia de su adversario, se consagraron á proveer las futuras contingencias...."
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".. Los franceses, que antes de su llegada (del rey Fernando) trataban de estrechar el sitio de Fuenterrabía, acamparon á distancia, al otro lado del río que por allí corre, y rodearon los reales con doble foso y empalizada, temerosos de que D. Fernando les acometiera.
Los vascongados y los que con ellos estaban en Fuenterrabía, cobraron tanta audacia como desaliento sus contrarios, y con diarias acometidas de la caballería les molestaban y trataban de excitar la temeridad de los franceses. Pero sus capitanes, considerando la reciente fortuna de aquéllos y el aprieto que á los suyos aguardaba, cuidaron de conservar la disciplina, reprimiendo su ligereza, hasta no permitirles la más pequeña escaramuza.
Cuando llegó á noticia del rey Luis, mandó inmediatamente al pirata COLÓN que aprestase una expedición marítima.
Sabedor D. Fernando de que en ellas principalmente ponía el enemigo su confianza, quiso preparar una armada de treinta navios. Para el pago de soldadas eran escasos los recursos, que sólo podían sacarse del repartimiento de pedidos en los pueblos; pero la gente vascongada, por su costumbre de procurárselos con el robo fuera de su territorio, no podía resignarse á echar estos grandes gastos sobre la carga con que contribuía para su propia expedición.
Venció, sin embargo, tan graves dificultades su innata inclinación al real servicio, y repartiéndose los gastos de soldados y provisiones, lograron equipar los 30 navios.
Nombró el Rey por Almirante á LADRÓN DE GUEVARA, sujeto nobilísimo, oriundo de aquellas provincias y adornado de muy estimables prendas.Faltábale, sin embargo, la práctica de las cosas «de mar y no le favorecía tampoco su edad avanzada.
El francés, sin embargo, pudo despachar antes su armada, porque el pirata COLÓN que la mandaba tenía constantemente preparados 13 navios, abundantes riquezas para pago de los soldados, enriquecidos, además, con los despojos de muchas gentes, y salía con furioso empuje á sus rapiñas del segurísimo puerto de Harfleur, su guarida.
Al dirigirse á Bermeo, una recia tormenta arrojó al mayor de sus navios contra la costa enemiga, y viendo á los otros empujados sobre las rocas á punto de estrellarse, dió rápidamente orden de salir á alta mar.
Al dar vista á las costas de Asturias y GALICIA, trató de compensar con alguna presa la pérdida de su navio; mas al querer atacar á Ribadeo, los gallegos, ya prevenidos á la defensa con tropas auxiliares, le mataron mucha gente, y de tal modo le escarmentaron, que amedrentado con el doble descalabro huyó á Portugal en busca de tranquilo refugio.
Aquí le aguardaba el Rey para pasar á Francia, junta su reducida armada con la GRUESA de COLÓN, y de camino reforzar y aprovisionar las plazas de Ceuta, Tánger, Alcazarquivir y Arzila, por tener noticia, no sólo de que los moros no cejaban en su intento de atacar á la primera de las citadas, sino que, ante todo, eran de temer las embestidas de los andaluces, que adelantarían la toma de la plaza.
Deseando vivamente D. Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia, realizar alguna expedición marítima después del fracaso de la empresa contra Tánger y de su poca fortuna con los portugueses, resolvió el ataque de Ceuta, considerado por algunos como fácil de acometer y facilísimo de llevar á término.
Creyó muy ventajoso á sus intereses buscar oportunidad de recobrar á Gibraltar, aparentando la empresa contra Ceuta.
Entretanto los soldados que por su orden combatían la fortaleza de Ceuta, hubieran sido completamente exterminados por los portugueses enviados con el pirata COLÓN por D. Alfonso, sin el grave descalabro que á franceses y portugueses hicieron sufrir los andaluces.
Exasperado COLÓN, como dije, con el naufragio de su nave junto á Bermeo, y con el daño recibido en el ataque de Ribadeo, anunció al rey de Portugal en cuanto entró en el puerto de Lisboa, que había resuelto barrer de las costas andaluzas, hasta el estrecho de Gibraltar, cuantas embarcaciones encontrase.
Llegó de seguida la noticia del ataque del castillo de Ceuta, y entonces D. Alfonso reunió gran número de sus nobles, y á toda prisa despachó dos galeras que habían escapado á los pasados desastres, la Real y la Lope Yáñez; las tripuló con buen número de portugueses, que también embarcaron en las once de COLÓN, y las envió á la defensa de aquella plaza.
Al mismo tiempo zarparon del puerto de Cádiz, con rumbo á Inglaterra, tres gruesas naves genovesas, una galera grande y otro navio flamenco de Pasqueiro sin temor á otro peligro que el de las tormentas, por !a magnitud de las embarcaciones y la numerosa tripulación, aumentada entonces por la previsión de experimentados genoveses para asegurarse contra los ataques de COLÓN.
La fortuna lo dispuso de otro modo. Al divisar estas cinco embarcaciones las 13 unidas del rey de Portugal y de COLÓN, destacó éste una carabela á enterarse de quién eran y qué se proponían.
Contestaron los genoveses que bien conocía COLÓN la firme alianza que con los franceses tenían, en cuya virtud disfrutaban de libre navegación por todos los mares.
Pero ÉL, con igual astucia que la empleada con los obedientes vascongados, dijo que el Almirante, los Maestres de las naves y los principales mercaderes podían pasar á la suya para enseñarle sus papeles.
Como los genoveses no habían olvidado la pérfida conducta del pirata, se negaron á lo propuesto, y empuñaron las armas.
Adelantóse entonces Colón con la Real contra una de las tres galeras genovesas; la de Lope Yáñez se arrimó al costado de otra, y una tercera clavó su arpón en la elevada borda de la flamenca de Pasquerio, en alemán urca.
Las otras dos galeras genovesas, seguras de los ataques de las naves más pequeñas del pirata, auxiliaban á los suyos.
Ante la tenaz resistencia de la galera genovesa, COLÓN dió orden á otra de las suyas, también atestada de combatientes escogidos, de arrimarse al otro costado, á fin de apoderarse antes de ella entre las dos.
No veía otro recurso más eficaz para combatir que el empleo de los artificios de fuego, con los que, haciendo volar por los aires llamas de azufre y chispas encendidas, aterraba y vencía á sus enemigos.
En aquella ocasión, sin embargo, unos y otros sufrieron el daño, porque cuatro naves del pirata: la Real, la pegada al costado de la genovesa, la que combatía con la galera grande y la que trataba de incendiar la flamenca, fueron, como las enemigas, presa de las llamas.
Siete quedaron casi destruidas, y también lo hubieran sido las otras dos genovesas, á no haber logrado extinguir rápidamente el fuego que empezaba á prender en ellas.
Al defenderse de los ataques de otras embarcaciones, perdieron gran parte de la gente. También perecieron todos los genoveses y alemanes de las otras galeras, menos 150 que se salvaron á nado y recogieron las carabelas portuguesas, cuyos tripulantes miraban desde la playa de Lagos qué término tendría aquel encarnizado combate que duraba diez horas.
Quinientos nobles portugueses perdieron allí la vida,hundidos en las aguas á causa del peso de las armaduras.
Además, 2.000 franceses y portugueses perecieron entre las llamas ó al filo de las espadas.
COLÓN, con unos pocos, logró á duras penas subir á otras naves.
Tal fué el terrible desastre de este pirata, tan funesto también para los ladrones franceses y para la nobleza lusitana.
El malvado COLÓN, arrancándose los cabellos, mesándose la hirsuta barba, entre aullidos, llantos y lamentaciones mujeriles, maldecía la desdichada alianza portuguesa, causa de la terrible derrota.
Perdiéronse siete grandes naves, á saber: cuatro de COLÓN y portuguesas, una de las tres mayores genovesas y la urca o Corbeta de Flandes. Lograron arribar á Cádiz dos de las genovesas, cuya tripulación lamentaba tristemente la pérdida de la mayor parte de sus compañeros en el combate.
Ocurrió éste el 7 DE AGOSTO DE 1476, no lejos del cabo de Santa María, en la costa andaluza, á unas 90 millas de Sanlúcar de Barrameda.
El combate de COLÓN y los portugueses con los genoveses, funesto para todos, causó hondo pesar á D. Alfonso, envuelto á la sazón en muchas dificultades.
Veía además cómo la fortuna abandonaba á los suyos que, sobre los trabajos de la defensa de Ceuta, habrían de encontrarse desesperados de todo socorro al paso que los sitiadores andaluces cobrarían nueva osadía cuando supiesen el desastre de portugueses y franceses.
La única esperanza de auxilia consistía en que el Rey marchara á Francia y volviese acompañado de COLÓN con las naves restantes, para luego, reunidas todas las fuerzas marítimas de Portugal, libertar á Ceuta, y con su escogida nobleza, atravesar el mediterráneo y arribar á las costas de Narbona.
Del viaje de D. Alfonso á Francia resultaría, según ellos, la inmediata reunión del ejército francés con el de Portugal, y de la entrevista de los dos Reyes, estrecha y firme alianza que permitiría, sin duda alguna, la posesión de los reinos de Castilla y su reparto entre las dos Coronas.
El rey de Portugal y sus compañeros, voluntariamente ilusionados, pasaron por las costas de Valencia y Baleares con rumbo al puerto de Colibre, separándose de COLÓN y de la multitud de carabelas y barcas.
Los demás portugueses, á excepción de los nobles que con el Rey iban y de los refuerzos para las guarniciones, se volvieron á Portugal desde Ceuta y desde las costas de Tánger.
El menoscabo de las fuerzas marítimas del pirata le obligó á renunciar á sus correrías por los MARES DE ORIENTE, y volviendo á las costas del norte y occidentales, intentó otra vez atacar á los GALLEGOS y apoderarse de un PUERTO para rehacer en lo posible su ARMADA.
Cuando vió la poderosa escuadra equipada exclusivamente por los vascongados para perseguirle, se acogió á su guarida de Harfleur.
Entretanto D. Alfonso, con escogida comitiva de nobles portugueses, arribó á Colibre y marchó por tierra á Tours, donde le recibió el Arzobispo por orden de su Rey y fué acogido por el pueblo con vivas aclamaciones.
Allí estuvo algunos días aguardando al rey de Francia el cual, contra lo que los portugueses habían imaginado, demostró con la lentitud de su marcha y el retraso de la entrevista que la visita no le había sido grata.
Antes de llegar D. Alfonso, y en presencia de sus enviados y de los de D. Fernando, había manifestado contrarias opiniones, dando aparte á cada uno el título de Rey de León y Castilla.
Tales eran las razones que este falaz y astuto Monarca solía manifestar de palabra ó por medio de sus confidentes á los enviados de D. Fernando, mientras decía á los portugueses otras muy opuestas.
Con la permanencia de un día en Tours y con un breve é insignificante coloquio pretendió cumplir con la hospitalidad debida al Rey extranjero, é inmediatamente marchó á proveer asuntos urgentísimos de guerra, porque ninguna de las juntas celebradas para pactar alianzas ó treguas bastaban para arreglar las diferencias, al parecer eternas, entre él y el duque Carlos de Borgoña, á la sazón envuelto en guerra con los de Colonia y pronto á romper con los suizos, con quien la astucia de este Rey había procurado enemistarle.
Natural era en él que atendiese á estas maquinaciones con preferencia á dar satisfacción más decisiva al rey de Portugal, de tan lejanas tierras venido.
Don Fernando, por su parte, preparó la armada de 30 naves que desde las costas de Vizcaya hasta Cádiz había de dejar libres los mares de las piraterías de COLÓN, defender á los leales gallegos y combatir á PERÁLVAREZ DE SOTOMAYOR, parcial de D. Alfonso y que ocupaba la ciudad de Túy.
Además mandó, y fué obedecida su orden, que quedase establecida la Hermandad popular para castigo de los criminales.
Por encargo del conde de Haro D. Pedro de Velasco y de los otros nobles encargados de la defensa de Fuenterrabía, se aplazó el combate con los enemigos, fuertemente acampados en la orilla opuesta, no lejos de la plaza, por ser más conveniente, según decían, á la dignidad del Rey, en caso que resolviera combatir, contar con más caballería, para alejar la vergonzosa contingencia de ser vencidos los castellanos por las numerosas fuerzas francesas.
Además, como, ausente el rey Luis, dirigían la campaña sus Generales, si don Fernando, en campal batalla, los vencía ó los exterminaba, seguramente la ventaja sería grande, pero muy pequeña la gloria para el nombre castellano.
Por el contrario, los que defendían la plaza, gente aguerrida y muy acostumbrada á pelear con los franceses, aseguraban que se les infundiría gran espanto y se les aniquilaría si D. Fernando, fingiendo venir contra ellos desde los puestos próximos con infantería vascongada, enviaba una vanguardia de 5oo jinetes que oportunamente, por los más apartados desfiladeros, les acometiera, al mismo tiempo que en el repliegue
del río los soldados escogidos de la guarnición empeñaban el acostumbrado combate con el enemigo.
Al fin prevaleció la opinión del conde de Haro, y D. Fernando marchó á Vitoria en cuanto supo que su padre le esperaba allí para celebrar la deseada entrevista.
El 13 de Agosto llegó el anciano Rey, y á poco su hijo.
Empezó entonces tomar auge la Hermandad popular y se escogió la villa de Dueñas para que los capitanes redactaran sus ordenanzas.
También los gallegos sufrían á menudo graves extorsiones de los portugueses,
favorecidos por algunos magnates más amigos de la tiranía que de la paz. Entre ellos se contaba á PERÁLVAREZ DE SOTOMAYOR, tirano de Túy, ciudad separada del territorio portugués por el Miño.
Por la parte de Asturias, frontera de Galicia, el sanguinario bandido Pedro Pardo, tirano de Mondoñedo, y ocupador de la villa de Vivero, asolaba los pueblos fronterizos de Galicia, favoreciendo á los portugueses contra los partidarios de D. Fernando.
El arzobispo D. Alfonso de Fonseca, varón integérrimo, defendía con gran dificultad el célebre templo de Santiago en favor de aquéllos. Aborrecido por los magnates gallegos, temerosos de los fallos de la justicia, este Prelado, modelo de probida, había caído tiempo atrás en una emboscada, y sufrido multitud de penalidades, escapando al fin de su prisión, merced á la oportuna muerte de Bernardo Yáñez Moscoso.
Este tirano de Compostela se proponía, después de abatir al Arzobispo con dos años de duro encarcelamiento, apoderarse por fuerza de armas de la célebre basílica de Santiago.
Pero la ocupaban valientes soldados que, en tanto no veían libre al Prelado, su señor, la defendían con tal tesón y esfuerzo, que muchos, antes que el tirano Moscoso, perdieron allí su vida, y los restantes no cejaron un momento de resistir, quitándosela á 93 de los satélites del Moscoso.
Cuando éste se disponía á destruir el templo con las bombardas, un tiro de ballesta, entrándole por la boca y atravesándole la garganta, acabó con su vida.
El Arzobispo, víctima tres ó cuatro veces de los desmanes de los tiranos gallegos, había logrado otras tantas vencerlos, como dejo atrás indicado, y ocupar con varia fortuna la sede compostelana.
Vino á favorecer su resistencia la expedición de los vascongados, que con 30 naves arribaron á las costas de Galicia, y que aún hubieran sido de más auxilio á los de D. Fernando, á no estorbarlo la apatía del almirante Ladrón de Guzmán.
Contra su opinión, el esforzado navarro Gracián de Agramonte y algunos valientes vascongados tomaron la villa de Vivero, de donde expulsaron á la mujer de Pero Pardo; se apoderaren del puerto de Bayona y de la villa, fuerte por su situación y defensas y ocupada por el tirano PERÁLVAREZ DE SOTOMAYOR, y se hubiesen hecho dueños de Túy si el capitán Ladrón de Guzmán hubiera tomado con más calor el sitio de la plaza; pero asegurando que los vascongados se engañaban, prefirió libertar á Pontevedra, sujeta á la diócesis compostelana, á otra cualquier empresa necesaria á los gallegos, por haber ocupado de antemano un buen puesto y héchose dueña de la villa la galera portuguesa y numerosa hueste lusitana.
Los marinos más experimentados combatían resueltamente la opinión del Capitán porque el fondeadero próximo á los muros ofrecía mucha seguridad para la galera y para las embarcaciones pequeñas de los portugueses, pero no para las vascongadas, á causa del flujo y reflujo del mar.
Cuando ya se había consumido en estas disputas la mayor parte del dinero de las soldadas y el Arzobispo había reunido inútilmente tropas, el Capitán llenó de satisfacción á muchos vascongados dando orden de regresar á la patria.
De las naves, unas, excepto cuatro que quedaron en las costas de Galicia por resolución del valeroso navarro Gracián y de Pedro de Monzaraz, hicieron rumbo á las conocidas costas, y otras arribaron á la desembocadura del Guadalquivir para llevar trigo de Andalucía á sus estériles provincias.
Así se disolvió repentinamente la armada vascongada, no por naufragio ni por combate, sino por la decisión del jefe, que ni supo ni quiso emplear oportunamente los recursos de
sesenta días en alguna empresa gloriosa, cuando manifiestamente las fuerzas enemigas se hallaban quebrantadas por varios desastres, y los vascongados, entonces poderosos, no tenían que temer ningún ataque de armadas francesas ó portuguesas.
Muy á mal lo llevaron el celtíbero COLÓN y el navarro Gracián; el primero fué á contarle al Rey lo que se había hecho en GALICIA ó lo que hubiera podido hacerse; y el otro permaneció con Pedro de Monzaraz para que si los magnates gallegos contrarios al partido de D. Fernando intentasen alguna novedad en favor de sus amigos, no pudiera navegar muy lejos la galera que en el puerto de Pontevedra se encontraba anclada en un fondeadero peligroso. ...."
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".. En tanto que esto sucedía en Galicia y en Andalucía, el anciano Monarca aragonés y su hijo permanecían muy complacidos en Vitoria, tratando de la guerra con los franceses y de los bandos vascongados en que aquéllos confiaban mucho.
Aseguraban algunos que sería poco honroso para el rey D. Fernando abandonar las Vascongadas sin dejar exterminado al enemigo frente á Fuenterrabía, cosa vergonzosa para tan esclarecido Rey que, con sola su marcha á Bilbao, había aterrado á los franceses; luego se había aproximado más y no había prestado á ios suyos desde los lugares próximos auxilio más eficaz que el que les había dado desde los remotos.
Por aquellos días el rey de Francia, envuelto en mil dificultades, pidió treguas de seis meses. Don Femando las aceptó, para poder con más libertad .atender á otros asuntos urgentes .."
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Otra grave preocupación era para el rey D. Fernando la maldad del CONDE DE BENAVENTE D. Rodrigo Pimentel, quien, tal vez por consejo de los Grandes, sus amigos, abandonando las tierras del Tajo, había marchado á sus estados y pasado á Galicia al frente de 400 lanzas, para poner sitio a la Coruña, por serle conocidas las aficiones del Comendador de Vamba, hermano de Arias de Río, y nombrado tiempo hacía por el rey D. Fernando para el corregimiento y administración de Galicia, á fin de dar apoyo á los pueblos leales contra las perfidias de los Grandes.
Era el Comendador muy afecto á la causa del de BENAVENTE, por quien sentía gran entusiasmo, y como su principal cuidado era favorecerla, el Conde creyó facilísimo apoderarse de la Coruña con el apoyo de hombre tan adicto, puesto como suprema autoridad sobre los pueblos por la del Rey, y á quien, con pretexto de fidelidad, le había de ser muy hacedera la ocupación del castillo, y en ocasión oportuna, entregársele á él con la caballería, como los sucesos vinieron á comprobarlo..."
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"....Por otro lado ,a los portugueses. sólo les preocupaba el regreso de su Rey, que sabían no disfrutaba de libertad en Francia, pues le impedían marchar adonde quisiera los guardas puestos por el Francés.
Los engañosos procedimientos del rey Luis inspiraban tan poca confianza á sus amigos, que no sin fundamento se murmuraba entre todos ellos que pediría descaradamente cuanto había perdido en el ataque de Fuenterrabía, y sin conseguirlo, no permitiría á D. Alfonso volver á su reino..."
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"...Nada llevaban tan á mal los portugueses como el destierro en que vivía su Rey, á quien había sustituido en el gobierno su hijo el príncipe D. Juan, joven más obediente á sus caprichos desordenados que á los dictámenes de la razón.
Lamentaban los portugueses su desgracia y maldecían el infausto día en que su rey D. Alfonso, por la ambición de mayor poderío, había caído de la cumbre del verdadero honor. Aquel Monarca, considerado por sus subditos como el más ilustre de los de su época, había desdeñado la paz de su reino, y, como peregrino, había aceptado, reconocido, la hospitalidad francesa, en busca de incierto socorro, por cuya vana esperanza había perdido riquezas seguras.
Pero en cierto modo mitigaban lo amargo de estas quejas los frecuentes avisos de la próxima llegada del deseado Monarca, cuya imprudencia por haber roto una guerra funesta
censuraban, si bien las urgencias presentes iban haciéndoles olvidar el error cometido. La conducta del Príncipe, tan digna de censura en tantos puntos, había aminorado la recaída sobre la única, aunque gravísima, falta del padre, y ya había reconquistado el antiguo cariño de sus subditos, pendientes todos de aquella sola esperanza, fundada en la vuelta de su Rey.
También él estaba arrepentido de su peregrinación, y muy deseoso del regreso; pero traíanle angustiado muchas sospechas y el inconstante carácter del rey Luis.
Hacíasele necesario el regreso á su patria, pero en tan revuelto estado de cosas corría riesgo de caer en manos de sus enemigos si no tomaba grandes precauciones para el camino. Apeló, por tanto, á mil subterfugios é hizo cundir la noticia de que se proponía ir á Roán por el río Sena. Luego se manifestó pronto á dirigirse al puerto de Harfíeur, para embarcarse allí en la armada de COLÓN camino de Portugal.
Entretanto preparaba plan muy diferente, y ni á sus más íntimos descubría los motivos de tales cambios, reservándose el secreto para engañar así á los espías, que si pretendían averiguarle sobornándolos, como una y otra vez habrían visto salir falsos sus informes, ya no podrían comunicárselos ciertos á los cómplices apostados en puntos más lejanos. Todas estas precauciones le parecieron insuficientes para evitar las asechanzas, y rápidamente imaginó un extremo y arriesgado recurso.
Solo, y sin comunicárselo á ninguno de los suyos, marchó, según se dice, á un monasterio donde nadie le conociese. Con esto se proponía que los que le habían acompañado en su viaje, desesperados ya al conocer la desaparición del Rey, procurasen buscar un refugio embarcándose para Portugal, y si algunos, muy pocos, según creía, persistían en buscar su paradero, á esos solos admitiría por compañeros de viaje.
El suceso siguiente vino á favorecer los planes del Rey y á confundir más á sus espías. Había mandado á varios criados embarcarse para Portugal en una nave mercante, y confiádoles algunas alhajas.
En el camino les salió al encuentro un navio de piratas vascongados que, con el auxilio de soldados ligeros, los atacaron y se arrimaron audazmente al costado de la embarcación enemiga. Ya su gran mole amenazaba echar á fondo á la de los piratas, cuando éstos levantaron rápidamente el arpón que aferraba la borda de la nave portuguesa y, tomando el largo, empezaron á disparar sobre ella con los cañones terrible lluvia de grandes pelotas de piedra.
Una de ellas les rompió la antena, y cayendo de repente la vela, quedaron los míseros portugueses imposibilitados para navegar ó para combatir, porque la embarcación iba inclinándose sobre los costados, y aquélla estorbaba á ios marineros para la maniobra.
Inmediatamente el pirata vascongado Juan de Granada registró las cámaras y, entre otras alhajas escondidas, tropezó con el preciosísimo estoque y galero enviados en otro tiempo por el Papa al rey de Portugal, custodiados por los pajes y dos religiosos que al principio del combate se habían refugiado en lo más recóndito de la embarcación. Intentó arrancar con tormentos á uno de los pajes si el Rey estaba oculto, á lo que contestó el mancebo:
«Suspende tus crueldades, ya que has vencido, y sabe que el desdichado Monarca portugués ha muerto.» Satisfecho Juan con la noticia, hizo rumbo á Laredo y pidió á los naturales el necesario socorro, mientras hacía saber al rey de Castilla lo sucedido y que, en su opinión, había peleado con el Monarca portugués. Aconsejaba, por tanto, á D. Fernando que, antes de marchar desde Medina del Campo á Andalucía, se dignase ir á aquel puerto para ver si reconocía en alguno de los dos religiosos al rey D. Alfonso.
Cundió pronto la noticia de este desastre; pero D. Fernando se negó á diferir el viaje proyectado y envió allá á un sujeto que pudiese reconocer al Rey portugués, aun bajo el disfraz de religioso, y que sólo pudo encontrar el estoque y el galero del equipaje real. Esta noticia tuvo muy engañados y por mucho tiempo á casi todos los espías.
Como empecé á referir, D. Alfonso quiso tener desorientados hasta á sus familiares, que arribaron á Portugal en su mayor parte y dieron por triste causa de su llegada que el Rey, impresionado por los reveses sufridos y por las falacias del mundo, se había acogido al retiro de un claustro y depuesto la corona. Llegaron al mismo tiempo cartas suyas confirmándolo, é inmediatamente, después de los lúgubres lamentos y exclamaciones del pueblo por la pérdida de su Rey, se coronó como tal el Príncipe para que el reino no estuviese más tiempo sin Monarca.
Dos días habían transcurrido desde que D. Juan gozaba del título y del trono, cuando se recibió la noticia de haber arribado D. Alfonso á las playas de Lisboa. Quedaron atónitos así los Grandes como el pueblo, y el Príncipe sintió grandemente haber aceptado cosa de que tan pronto había de desprenderse.
El Príncipe, reconociendo la superioridad de su padre hasta en el cariño, y viendo el júbilo y satisfacción con que había sido acogido, se sometió al destino y aclamó á D. Alfonso por Rey único y legítimo, imitáronle todos y se acordó solemnizar con un discurso la reunión de la Junta. Al efecto eligieron á un sujeto elocuente de gran autoridad y sentimientos religiosos, que, en persuasiva plática, explicase las causas de la sucedido y la fuente de los maravillosos efectos.
Unánimes asintieron á las conclusiones del orador, dirigidas á que perseverasen en el acatamiento de siempre á su rey D. Alfonso, que, por ensanchar las fronteras lusitanas, no había vacilado en arrostrar tantos peligros y desastres. Entonces todos á una voz aclamaron al esclarecido Monarca, le colmaron de alabanzas y le devolvieron la corona, elogiando al mismo tiempo el afecto filial del Príncipe.
Cuando todavía corrían las primeras noticias,llegaron las últimas á oídos de los Reyes, á la sazón en Sevilla. Con la mención de la sorpresa que en ambas naciones produjeron, pongo término á la tercera Década de estos Anales de España, que comprenden hasta el año de 1477.
ALFONSO DE PALENCIA...." (1423-1492)
FUENTE:
ALFONSO DE PALENCIA
CRONICA DEL REY ENRIQUE IV (TOMO IV)
nota de la autora:
(1): se refiere con total probabilidad a Juan de Granada
Buenos días Sonia. Una duda que tengo después de leer tu artículo es que si el referido Colón pirata es Cristóbal,Alfonso de Palencia menciona dos personajes diferentes Pedro Madruga y Cristóbal Colón. ¿No te parece? Qué opinión tienes al respecto. Yo, que tiendo a identificarlos, con esta crónica me surgen dudas. Gracias por tu trabajo.
ResponderEliminarHola Pablo..
ResponderEliminarEn primer lugar gracias por tus comentarios..
En este post he querido copiar integramente lo escrito por el autor cronista Alfonso de Palencia en lo referido al Colon corsario (omitiendo los otros temas que no viene al caso).
Con lo que me comentas,iba a explicarlo en otro post mas adelante, las similitudes que se encuentran en dicho relato con cosas que sabemos tanto de Cristobal Colon y Pedro Alvarez de Sotomayor..
Es la opinion personal mia,que parto de la dualidad de Colon/Sotomayor, que ya detallare con mas precision en el post siguiente..
Solo que te adelanto que ,ya en 1476 la misma persona de Pedro Madruga utilizo la otra identidad de Colon a la vez ,en la epoca corsaria (los corsarios solian cambiar de identidad por muchos motivos) y debido a las inestabilidades,conflictos,etc en la epoca en los años 70 y 80 entre las dos coronas Portuguesas y Españolas,por algun motivo ,etc teniendo en cuenta de variaciones de decisiones, movimientos,espias,batallas ,con futuro incierto etc ..entonces por los motivos X utilizo estos dos nombres y ya en 1486,Madruga,uno de los motivos,entre ellos,la perdida de su tierras y posesiones de la casa Sotomayor por causa de su hijo Alvaro que se apodero alegando que su padre estaba muerto(mientras estaba Madruga en Portugal),esto le conllevo a que en 1486,a Madruga,a que hiciera testamento sobre la queja contra su hijo, por ser causa de "su muerte",por lo que desapareció misteriosamente cuando en enero 1486 fue a una audiencia con los Reyes Catolicos ,y se quedara definitivamente con el de Colon.
Ya lo detallare con documentos de hechos y situaciones de esa fecha clave de 1476 tanto de Madruga como de Colon, que coincide en muchas similitudes..hay documentos que identifican hechos a Colon en un mismo sitio y lugar y por otro lado lo identifican como Madruga hablando de los mismos hechos y epoca,por lo que a la fuerza se concluye que se trata de la misma persona..
pero ya lo detallare mejor en el proximo post..
Te adjunto al paso un post interesante sobre la relacion de Adn Cristobal Colon y un Sotomayor actual descendiente:http://www.cristobal-colon.com/la-prueba-adn-y-y-la-teoria-colon-sotomayor-resultados-preliminares/
Un saludo..!