EL IDIOMA DE COLÓN
El asunto este de la cuna del descubridor de América, debe apasionar muy fuertemente. No debiera ser así, porque todo le que es materia científica, sea la historia, sea el derecho, sea lo que fuere, invita más bien a la moderación y a la templanza;pero en este caso, sucede precisamente todo lo contrario.Digo esto, porque lo que ocurre alrededor de esta cuestión,es realmente inusitado.
Cuando mi ilustre amigo D. Celso García de la Riega publicó su libro Colón español, en el que hacía la primer indicación de la probable patria española del Descubridor, se desataron contra él, aún después de muerto, las más violentas pasiones. Lo menos que de él dijo el cura Oviedo y Arce, a manera de piadosa bendición sobre sus restos, es que era un impostor, un vanidoso, un invencionero vulgar, un superchero, hasta un falsificador.
Cuando, en 1917, se suscitó una polémica sobre este punto, con motivo de la Fiesta de la Raza, en Santiago de Chile, donde era secretario de la Legación de España D. F.Antón del Olmet, marqués de Dos Fuentes, con motivo de una conferencia que éste dio sobre el tema, fué objeto de los más apasionados ataques, por parte de D. Enrique Sanfueníes y Correa y el P. Emilio Vaísse.
Aquella polémica degeneró en un diluvio de improperios, se trató en ella de todo menos de la cuna del Almirante y dio lugar a la publicación de dos libros. No hace mucho, ese mismo P. Vaísse, ocupándose de mi libro La Patria de Colón tuvo a bien corresponder a mi atención de enviárselo publicando un destemplado artículo en El Mercurio, de Santiago,según el cual mi trabajo empieza deshonrando a Colón,sus argumentos son infantiles, tinterillescos, etc., etc.
En fin, me trata todo lo peor posible. Aquí mismo, porque demostré en mí libro con pruebas, a mi ver irrefutables, que el Sr. Rómulo D.Carbia estaba equivocado al sostener que Colón no conocía el castellano,publicó aquel un violento artículo en esta revista, enderezado, más bien que a refutar mis argumentos, a maltratar mi bien modesta persona.
Le repliqué con la mayor moderación en el número 157 de Nosotros, sin ofenderle en lo más mínimo, y .se sintió tan molesto, por lo visto, que en el número 158, me trató como habrán podido ver los que leyeron su contestación; todo lo mal que se puede tratar a un cordial enemigo, sin que yo lo sea, ni pueda serlo, del señor Carbia, al que me unía una afectuosa relación y en quién he reconocido siempre plena caballerosidad y positiva competencia en materia de historia americana.
El periodista italiano, señor E. Zuccarini, en una serie de artículos que publicó sobre mi libro en La Patria degli Italioni — y esto se explica — se desahogó contra mí a su gusto. Finalmente, allá por La Habana, un hermano del ex-presidente de Santo Domingo
señor Henríquez y Carvajal (D. Federico), anda también lanza en ristre, arremetiendo en El fígaro y Cuba Contemporánea con cuantos se permiten dudar de que Colón sea genovés.
Y yo digo: se explicaría que un hijo de Italia se exaltase en un caso así por considerarse lastimado en su amor patrio, ante la sola enunciación de que Colón pueda ser español; pero ¿cómo se explica esa exaltación en los demás? Lo curioso es que los provocadores son invariablemente los que defienden el "ligurismo" de Colón.
Para mí, no hay aquí otra cosa que lo que llama Altamira la idolatría del libro, el fanatismo del dogma petrificado por los siglos, el falso, el tremendo prejuicio. Todo idólatra se irrita contra el que tiene la audacia de no inclinarse ante el dogma,considerándole como un criminal, o un demente ; y esto ocurre aún con muchísimas personas de superior cultura.
Ahí tenemos,como ejemplo, al general Ángel de Altolaguirre, académico de la Historia, de Madrid, el cual se sabe de memoria la ridicula y mal oliente genealogía de los Columbo, con sus tundidores, sus choriceros, sus taberneros, etc., que la invoca con religioso respeto,como artículo de fé y que cree que es ponerse "en ridículo" — así lo escribió — sostener que Colón pueda ser español. Lo dicho: la eterna, la funesta idolatría. Para tan apasionados desbordes como los enunciados, yo no encuentro otra explicación posible.
Pero, a todo esto, viniendo al caso que motivó las apreciaciones,— me abstengo de calificarlas — del señor Carbia, ¿cuál era el idioma del descubridor de América? Nadie lo ignora.Ahí están su Diario de Navegación, su Libro de las Profecías,sus cartas, sus anotaciones marginales en los libros que leía, sus notas íntimas, en suma, todos sus escritos, — copiados unos,otros, y en gran número, autógrafos — que cuidadosamente se guardan en los archivos del duque de Veraguas y de la duquesa de Berwick, sus descencientes, en la biblioteca Colombina de Sevilla y otros sitios, y TODOS ELLOS ESTÁN EN CASTELLANO.
Han escrito sobre Colón centenares de historiadores, algunos de los cuales le conocieron y trataron, han estudiado sus escritos infinidad de investigadores, eruditos, paleógrafos, y a nadie se le ocurrió, no ya negar, pero ni siquiera poner en duda que su idioma fuese el de Castilla ; y la mejor demostración de que así era, la tenemos en que, al exponer a los Reyes Católicos en el preámbulo de su Diario de Navegación los altos fines de su empresa,
refiriéndose al CASTELLANO, le llama NUESTRO ROMANCE.
Por lo mismo, resulta verdaderamente extraño que, al cabo de más de 400 años, haya tenido el Sr. Carbia el singular privilegio de descubrir que Colón no conocía ese idioma, o lo conocía apenas, no siendo otra cosa los escritos que se le atribuyen que obra de sus secretarios y amanuenses. El Sr. Carbia, al final de su último artículo, hace notar, en apoyo de su tesis, que según Las Casas, el Almirante, de quién fué amigo, no sabía bien el castellano (pero, por lo visto, lo sabía), y era natural que así fuese.
Siendo, como era, gallego, habiendo navegado entre italianos y pasado lo mejor de su vida en Portugal, hombre maduro ya cuando fué a Castilla, se explica que no hablase bien una lengua que no había practicado. Eso era inevitable. Lo dicho por el físico García Ferrando, según el señor Carbia, de que cuando llegó a la Rábida, "tenía en su lengua despusyción de otra tyerra", también es muy natural. ¿Qué acento o "despusyción" podía tener para un andaluz como Ferrando, un gallego que venía de pasar 14 años en Lisboa, en medio de familia portuguesa,sino el de otra tierra?
Pero, nótese que ni Ferrando ni Las Casas dicen que no hablase el castellano. Podría no hablarlo bien y pronunciarlo peor; pero lo cierto es que, sin haber estado nunca antes en Castilla — que se sepa, al menos — entró en ella hablándolo desde el primer día.
La mejor prueba de que no podía hablar sin intercalar palabras gallegas, seguramente con pronunciación galaico-lusitana, la tenemos en la frecuencia con que empleaba esas palabras en sus escritos (ni una sola ligur o italiana), tales como sei (por sé), oyan, an, oscurada, jibileo, boy, (por buey), poderá, intinción, deprender, encenso y otra infinidad.
En la carta dirigida a su hijo Diego, que se reproduce en la lámina II del Apéndice de mi libro, de 25 de noviembre de 1504 (tomada por mí de la Raccolta , aparecen lo menos veinticinco términos, o locuciones gallegas, de que son ejemplo: correit, esturhara, impidir, inimystad,sinten, pudía, tiniebras, levará, deseu, sey, etc., etc. Esa carta es de autenticidad plenísima y como tal la reproduce la Raccolta.
Con sólo comparar sus y y con las de la nota puesta en el libro de Plinio — y eso que se trata de otra letra especial usada por Colón, porque éste tenía dos clases de letras, la redonda y la cortesana —que son típicas, inconfundibles, bastaría para desechar toda duda. Además, no valía la pena que Colón, el de la capa raída y pobre, según Bernáldez, que tuvo largas épocas de gran estrechez, llevase consigo, como un magnate, amanuenses y secretarios que diesen forma castellana a sus escritos, como pretende
el señor Carbia, para que le escribiesen sus cartas con tan pésima letra y tantas faltas gramaticales.
Aparte de todo esto, he demostrado en estas páginas, no con argumentos, sino con las cartas del propio Almirante a su hijo Diego y al P. Gorricio y con la fé del escribano Hinojedo, ante 7 testigos, que los escritos de Colón, todos en castellano, eran trazados por su propia mano, y no he de gastar mi tiempo en repetirlo.
Solamente recordaré lo que le dice al P. Gorricio :
"Allá van por mi arquita para algunas escrituras. LA CARTA,LA ESCRIBIRÉ DE MI MANO"
El señor Carbia, en su estudio Origen y patria de Cristóbal Colón, pág 29, dijo:
"...o los escritos no son del Almirante, pues no es dable admitir que un extranjero manejase tan bien el idioma de Castilla, o hay que convenir en que ellos aportan una prueba cumplida de su ORIGEN HISPÁNICO".
Y he aquí al señor Carbia envuelto en sus propias redes, por cuanto los escritos,en gran parte, al menos, son evidentemente de Colón, aunque él invoque su personal autoridad — que no le discuto — para negarlo.Por lo demás, quédese en buen hora el señor Carbia con su opinión de que esas cartas a Diego Colón ¡ son copias !,cuando todos los historiadores y hasta la misma Raccolta, las lian considerado como autógrafas, pudiendo estar bien seguro de que tal opinión no me molesta, como supone, ni mucho menos.
Al fin, aun siendo copias, siempre dirían que el Almirante escribía cartas con su mano.
A todo esto, ya que del idioma de Colón me ocupo, no parecerá del todo fuera de lugar que me ocupe también de su tierra, empezando por decir que tengo lo convicción firmísima, adquirida en largos años de paciente estudio, de que era ESPAÑOL,DE GALICIA. No se puede presentar su partida bautismal debido a que en aquel tiempo no existían registros parroquiales, los cuales en el siglo siguiente, el XVI, estableció el cardenal Cisneros,para España y, después, el Concilio de Trento, para todo el orbe católico ; pero hay infinidad de circunstancias que permiten establecer el muy probable lugar de su nacimiento.
Por de pronto, la nave capitana de su flota, en el primer viaje, la Santa María, de los astilleros de Pontevedra, se denominó La Gallega, según lo afirman Oviedo, cronista de Indias, y otros autores;en el segundo viaje, puso el mismo nombre a otra carabela ; y en el cuarto, denominó a otra La Gallega o El Gallego.
A una isla, se ignora cuál, le puso por nombre La Gallega. En todo ello se ve claramente su especial afecto hacia la tierra de Galicia, no pareciendo muy verosímil que a un genovés se le hubiese ocurrido poner esos nombres a sus barcos y hasta a una isla.
Pero, es que, según todo lo hace suponer. Colón nació en la aldea de marineros de Porto Santo, parroquia de San Salvador,sobre la ria de Pontevedra (Lámina IV de dicho Apéndice) ;y a la primer isla que descubrió, Guanahaní, la llamó San Salvador (frase netamente gallega) poniendo el nombre de Porto Santo a una bellísima bahía de la isla Juana (hoy Cuba),que describe con un calor y un entusiasmo que no se encuentran
en ninguna de sus otras relaciones.
Además, tomó de aquella ría los nombres de Cabo de la Galea, Punta Lanzada, Punta de Pierna, Punta Brava, Caho Cruz y Caho del Pico, con los cuales bautizó otras tantas salientes de las tierras que descubría, sin tomar UNA SOLA denominación de los cabos italianos. Se me objetará que bien pueden estar todos esos cabos y puntas en la ría pontevedresa y sus inmediaciones, pero que bien pudo también haber ido un tabernero genovés a tomar nota de ellos para utilizarlos cuando cambiase su oficio por el de descubridor.
A esto, puede agregarse que hay en Porto Santo una vieja tradición según la cual existía allí la casa, hoy reconstruida, d'o rapaz que describiu as illas ("del mozo que descubrió las islas"), ignorando la gente qué descubrimiento sería aquel, hasta que los recientes estudios demostraron que se trataba del de Colón. Hizo dar fe de esa tradición D. Luis Tur, de la Sociedad Geográfica de Madrid,siendo gobernador de Pontevedra. Enfrente de esa casa, existe un viejo crucero, con la cruz muy bien labrada, en cuya base se lee esta inscripción, descubierta por don P. Otero Sánchez:
JVAN COLON — Ro. 1490 .
Como dato importante acerca del hispanismo del Almirante,recordaré que en el Libro de las Profecías, dice aquel en nota, según Muñoz y otros, de su puño y letra, que
"el Abad Joachin Calabrés profetizó que de España saldría, (es decir sería un hombre de España), quién había de redificar la casa de Monte Sión";
y pues él había prometido al Pontífice reedificarla, resulta reconociendo, por ese solo hecho, pero en forma terminante, que su patria era la española.
Otro dato del mayor interés, pero de carácter negativo por lo que se refiere a la nacionalidad genovesa de Colón, el que prueba que nunca tuvo parientes en la Liguria, está demostrado por un fallo judicial, considerado como justísimo. Terminada la descendencia masculina del Almirante, a los 70 años de su muerte, se presentaron en España un Baldasarre Columbo, de Cuccaro, y un Bernardo, del mismo apellido, de Cugureo o Cogoletto, y promovieron pleito que duró unos 27 años (1583-1610), reclamando la herencia.
Por fin, recayó sentencia, en última instancia, declarando que NO habían probado parentesco alguno con el Almirante, y que el sucesor legítimo de éste era D. Jorge de Portugal, Conde de Gelvez, casado con Doña Isabel de Colón, tía del cuarto Almirante, D. Diego, fallecido en 1578. ¿Se presentó alguien más de la Liguria a reclamar tan pingüe herencia y tan altos honores, no obstante ser allí, por lo visto, bien conocida la apertura de la sucesión ? Nadie.
Luego, es indudable que Colón no tuvo nunca relaciones de familia en la Liguria, pues de lo contrario, se habrían presentado pretendientes por docenas. Además : Si Colón era genovés, y si era Genova, como él decía, "poderosa por la mar", ¿cómo es que, con preferencia ,no buscó su ayuda para su empresa marítima ? Hay alguien que afirma
que sí la buscó, pero ni eso está probado, ni él lo dijo nunca.
Lo seguro es que no pensó en Genova, limitándose a Portugal, primero,y a España, después. Muñoz y Navarrete, de tan grande autoridad, sostienen que hasta raya en la imposibilidad que haya hecho proposición alguna a la Señoría de Genova. A esto, debe agregarse que si Genova le hubiese negado su ayuda, y, más tarde, la hubiese conseguido de Castilla, lo natural sería que, en los años transcurridos desde el descubrimiento hasta su muerte, hubiera ido a aquella ciudad ¡ siquiera una vez !, en uno de los muchos buques de que dispuso, bandera de Almirante al tope, con legítimo orgullo, para abatir el de la Señoría, y hacerse aclamar de sus conciudadanos.
Para ello, sólo necesitaba disponer de algunos días. Entre tanto, ni fué, ni pensó en ir. ¿Cómo, si en tal caso, quedaría en descubierto que lo de la patria genovesa era pura invención suya? Otra circunstancia que pone de relieve todo lo inverosímil de que Colón sea el lanerins genovés, es la de que sus hermanos Bartolomé y Diego, eran hombres instruidos, como él, pues hasta conocían el latín, y eso es inconcebible tratándose de una família de menestrales, mucho más en aquellos tiempos.
De la instrucción de esos hombres, se deduce que no eran necesarios en su casa para el trabajo, que eran, por lo mismo, de familia acomodada, y no de cardadores o taberneros. El ilustre académico de la historia Beltrán y Rózpide, demuestra con plena claridad,en su notable opúsculo Cristóbal Colón y Cristóforo Columbo,que el descubridor de América no es, NI PUEDE SER, el lanerius que pretenden los italianos.
Otro hecho curiosísimo, es el de que el famoso Diego Méndez,el heroico y fiel servidor de Colón (qué se hacía pasar por de Saona), era tan ligur como éste. Su verdadero nombre era Diego Méndez de Segura (apellido jamás conocido en Saona), era andaluz, hijo de padres españoles. García Méndez y María Días y viudo de Francisca Ribera, de Alcalá del Río, sobre el Guadalquivir, donde vivían sus hijos, cerca de Sevilla, en cuyo pueblo poseía casas y olivares (el "saonés" Méndez, les llama aceitunos gordales), según su testamento escrito por él, en buen castellano, de 6 de junio de 1536.
Así, pues, la comedia saonesa de Méndez, andaluz, concuerda perfectamente con la genovesa de Colón, gallego. Ambos quisieron pasar por ligures, sin serlo, y como a tales se les trató, sin que a nadie le preocupase que lo fuesen, o no lo fuesen. Conviene, también, no olvidar que Magallanes, Vespuccio; Boccanegra y otros extranjeros al servicio de España, fueron obligados a naturalizarse.
¿Cómo no lo fué Colón, a pesar de empuñar el bastón de virrey, equivalente al cetro, administrar justicia, cobrar impuestos, etc? Porque al firmarse las Capitulaciones, se le tuvo necesariamente por español, o supieron los reyes que lo era. De otro modo, es absurda la suposición de que se hubiese nombrado virrey a un extranjero, sin naturalizarse.
No debe olvidarse, tampoco, que Colón, en sus primeros años, fué íntimo amigo y probablemente condiscípulo del que,después, fué príncipe de la Iglesia, Fr. Diego de Deza, que tan empeñosamente le protegió. Asi, en carta de 18 de Enero de 1505, escribe a su hijo Diego:
"Si el Sr. Obispo de Palencia, (Deza) es venido o viene, dile cuanto me he placido de su prosperidad, y que si yo voy allá que he de posar con su merced, aunque él non quera, y que hemos de volver al primero amor fraterno, y non lo poderá negar"
. . . Y bien: ¿se concibe que un oscuro tabernero de Genova tuviese en su juventud el amor fraterno, la intimidad con el P. Deza, de que habla esa carta? ¿Cómo pudo pretender el lanerius que había de posar con su merced aunque él non quera? ¿Dónde y cómo el pobre menestral de la Liguria trabó intimidad con el futuro prelado español? Cuanto más se piensa, más absurdo aparece el "ligurismo" del Descubridor.
Otro hecho, finalmente, digno de notarse, es el de que veinte pueblos de Italia se disputan la cuna de Colón, cada uno, seguramente, con su Cristóforo y su Columbo en sus archivos, lo cual es la mejor demostración de que no ha nacido en ninguno de esos pueblos, pues de otro modo brillaría, al fin, sobre tal cuna la verdad que está más embrollada y turbia cada día.
Como se ve — omitiendo otra infinidad — hay muchas razones a cual más seria y convincente, que abonan la nacionalidad española del Descubridor, empezando por el idioma, como se ha dicho, y su apellido, netamente españoles; y entre tanto, ¿hay alguna que abone la patria genovesa? Ni una sola.
En Genova no se le conocieron familia, ni bienes, ni arraigo, ni vinculaciones de ninguna clase. Mientras su apellido (que él afirma ser De Colón) era, en su tiempo, común en Pontevedra, donde existían Domingo, y Cristóbal, y Bartolomé, y Jácome (Diego), Blanca, y Antonio, y otros de ese apellido, nadie supo nunca que existiese ningún Colón — cuya terminación en agudo no es italiana, — ni en la Liguria, ni en toda Italia.
Cuando su hijo Fernando, engañado seguramente por lo del falso reconocimiento, fué allá para hacer averiguaciones, revolvió la ciudad y recorrió la Liguria, según refiere, sin encontrar un solo pariente . Cuando, después, se quiso saber algo de su familia y se exploraron los archivos,se encontró a un Doménico Columbo, tabernero, padre de un Cristóforo, y sin más, se dijo: ¡Ecco l´almiraglio ! Y sobre los tales Columbo se crearon genealogías, se bordaron patrañas y se recopiló toda la ridicula documentación de la Raccolta relativa a cardadores de lana, choriceros, taberneros, queseros, curtidores, carniceros, sastres — ni un solo marino — etc., etc. que los italianos harían muy bien en echar al fuego.
Fernando Colón protesta airado contra la suposición del oficio mecánico que se atribuye a su padre . Podrán esos ridículos papeles tener cuanta relación se quiera con un pobre tabernero genovés, pero ninguna, así, ¡ ninguna ! con el descubridor de América. Hasta parece como si repugnase a la conciencia y al buen sentido que a un hombre de tan baja condición, — por fuerza, ignorante — acompañasen la voluntad y el genio que se necesitaron para descubrir el Nuevo Mundo.
El mismo Sr. Carbia, ocupándose de la Raccolta, tan pomposamente ordenada y editada por de Lollis, Staglieno, Desimoni, etc., con verdad y rectitud que le honran, dice:
"... De esos, que, en total, son siete documentos' nada se saca en claro acerca del origen, estudios y carrera náutica del Almirante, pues todo se reduce a evidenciar que él, en los arios a que los documentos corresponden, intervenía en negocios comerciales — (sobre todo, de vinos), — autorizaba ventas y debía dinero ..."
Verdaderamente, — dicho sea de paso, — apena el pensar cómo es que tantos hombres ilustres, de clarísima inteligencia.Divagando sobre meras hipótesis, marchando a ciegas, han invertido años enteros, tal vez toda una vida, en rastrear el origen y la vida de una porción de infelices de la más ínfima condición, que jamás debieron salir de su obligada obscuridad. Por suerte, todo ello terminará algún día. Como ha dicho el marqués de Dos Fuentes, con el Colón genovés, todo resulta confuso, inverosímil, embrollado, imposible ; mientras que para el Colón español,todo se nos aparece lógico, natural, diáfano, perfectamente explicable.
A todo esto, se observará: cuanto se diga y se alegue, nada vale ante lo dicho por Colón en la institución mayorazga, refiriéndose a Genova: por que de ella salí y en ella nací. Y aquí llegamos al punto capital de este magno, al par que sencillo problema histórico. El gran argumento es este: Colón lo dijo... y asunto concluido. Pero, es el caso de preguntar : ¿ es verdad lo que dijo? Porque los hechos son verdad, no en cuanto se afirman,sino en cuanto se prueban, en cuanto son tales hechos.
Véase lo que sucede en materia penal. No basta la simple confesión para que se condene al inculpado, mientras el juez no se convence, por otros medios, de que existe la culpabilidad, pues la confesión puede ser falsa, y lo es a veces. Por regla general, el hombre dice lo que le conviene, mucho más, si no perjudica a nadie, como sucedía en este caso. Esto es lo humano, lo corriente. Siempre que nos podemos favorecer con nuestros dichos,nos favorecemos.
Ante todo, ¿era capaz Colón de una simulación, sobre todo, inofensiva? En el capítulo II de mi libro sobre su cuna, pongo en evidencia cinco casos de simulación y artificio, a cual más pronunciado, p. e. : el engaño en que, durante el primer viaje, según Las Casas, tuvo a la tripulación de las carabelas sobre la verdadera marcha de las mismas, que le convenía desfigurar; su conversación con Dios, según su carta a Doña Juana de la Torre; el decirse falsamente de familia de almirantes, con la circunstancia inverosímil de ocultarla, en vez de presentarla con orgullo; el partido que sacó de un eclipse de luna para engañar a los indígenas de Jamaica, diciéndoles que habló con Dios, etc. Humboldt decía de él que "la ambición y el amor a la gloria le hacían buscar todos los medios para herir la imaginación".
Lombroso, su "compatriota", lo consideraba como un psicópata, a quién el hábito de la mentira científica le era familiar ; y preguntado por mí el insigne psiquiatra sí creía capaz a Colón de simular su patria, tuve el honor de oir de sus labios en su casa de Turín : "Si le convenía, o le era necesario,es lo menos que pudo haber hecho".
Ahora bien: ¿le convenía? No sólo le convenía, sino que él lo juzgaba necesario. No hay que extrañarse de ello. Todos sabemos que aquí mismo hay no pocos nacidos en otras tierras que se hacen pasar y pasan por argentinos. Cuestión de capricho, de simpatía o de conveniencia, . Es bien sabido que Colón tenía en Fernando el Católico, secundado e influido por el prior del Prado, Fr. Fernando Talavera, un adversario decidido de sus planes.
Según Prescott, apoyándose en Fernando Colón y en Muñoz
"Fernando, que desde el principio había mirado con frialdad y desconfianza aquel proyecto, vio apoyadas sus ideas por las representaciones de Talavera que acababa de ser nombrado arzobispo de Granada".
Si Colón equipó sus naves, fué debido al generoso empeño de la magnánima Isabel, limitándose Fernando a no contradecirla. Según Las Casas, las Capitulaciones de Santa Fe, fueron pactadas y mandadas extender por ella.
Por lo mismo, demasiado sabía Colón que el día que le faltase la protección de la reina, se bailaría desamparado y solo ante la mala voluntad de Fernando, como así fué. Rodríguez Pinilla, en una obra dedicada a D. Cristóbal Colón de la Cerda, duque de Veraguas y apadrinada por éste ,dice:
"Desde entonces, (la muerte de la reina), se encontró el Descubridor solo, enfrente del astuto, frío y calculador rey Fernando ; y en tal situación, no vio ya por premio de sus grandes merecimientos otra cosa que buenas palabras y aplazamientos indefinidos de reparación."
Las Casas, dice:
"El rey no le dio muestras de favor, sino que, al contrario, le deprimió cuanto era posible",
y tuvo la poca generosidad — dice Rodríguez Pinilla — de proponerle que renunciase a su virreinato y demás privilegios en las Indias, a cambio de tierras en Castilla. Según parece, le ofreció el señorío de Carrión de los Condes.
Razón le sobró, pues, a Colón para vivir prevenido, no solo contra Fernando, sino contra la nobleza de Castilla, que le era hostil, porque si le envidiaba sus éxitos, le rechazaba por la obscuridad de su progenie, considerándole como un simple aventurero; y en esa situación, él — hombre tan anticipado y previsor que Lombroso lo considera un verdadero perseguido, —no encontró solución mejor que el amparo y la alianza de la que él llamaba nación noble y poderosa por la mar, de Genova, para el caso en que él, o los suyos, se viesen víctimas en Castilla de cualquier injusticia.
Para hacer efectivo su propósito, largamente madurado, fundó un mayorazgo en aquella ciudad (desde Sevilla), en 1498, diciendo aquello de "porque de ella salí y en ella nací", única manera de cohonestar tal fundación, con la cual demostraba desconocer por completo las instituciones del país que se atribuía — ignorancia inverosímil, dada su cultura,sí fuese realmente genovés — por cuanto en aquel centro comercial y republicano no existían las vinculaciones de carácter gótico, semifeudal, ni eran reconocidos los mayorazgos.
Era además, ridicula tal fundación desde que, como se ha dicho, el Almirante no tenía allí familia, ni tenía bienes, ni tenía nada y era contraria a la autorización que los Reyes le dieron en 23 de Abril de 1497 para fundar el mayorazgo, no en Genova, pues no habrían podido hacerlo, sino en Castilla. Colón dispone que quien herede el vínculo o mayorazgo, ponga allí casa y mujer, y "haga pie y raíz en la dicha ciudad como natural de ella porque podrá haber de la dicha ciudad ayuda e favor en las cosas del menester suyo", que es precisamente lo que Colón buscaba y necesitaba, el favor y la ayuda que temía le faltasen en Castilla.
Para mejor asegurar esa ayuda, él, que nada tenía de desprendido ni dadivoso, llevó su previsión al extremo de interesar — esa es la palabra — en su empresa a la propia ciudad de Genova cediéndole el diezmo de sus rentas en las Indias,para aliviarla del impuesto a las "vituallas comedera?". De ese modo, iba buscando el asegurarse de que la ciudad se movería,en caso necesario, si no por aprecio a su linaje, por amor al diezmo.
No hubo necesidad de utilizar ese recurso, porque Colon falleció poco después de la reina, y las temidas injusticias vinieron sólo en parte y se redujeron a pleitos y reclamaciones;pero las precauciones, en previsión, bien adoptadas estaban. Sea lo que fuere, lo cierto e indudable es que el miedo a perder lo ganado a costa de tantos sacrificios, el temor justificadísimo de verse privado de sus grandes privilegios y regalías,le indujeron a procurarse un amparo que de ningún modo podría dispensarle nadie en su tierra nativa. Sólo otra nación podría protegerle frente a Castilla, y él supo buscarla.
Así, se vé claro, no ya el cuidado, sino la increíble tenacidad — que nadie hasta ahora había podido explicarse — con que ocultó su origen y lo ocultaron sus hermanos ; porque el día en que se descubriese, caía por tierra el artificio de su patria genovesa y, por lo mismo, su defensa para el porvenir, tan hábilmente preparada. De aquí, la completa obscuridad con que la historia rodea la familia y la primera parte de la vida del Almirante. Más que la posible humildad de su familia, o su también posible origen hebreo, o el ser de Galicia, región partidaria, con Portugal, de la Beltraneja, ese tuvo que ser principal y necesariamente el motivo de la obstinada ocultación.
Era un caso de alta previsión para el Almirante.No he de enunciar siquiera la multitud de otras circunstancias que resultan de mi recordado libro y que, con las ya expuestas, vienen a formar el conjunto armónico de presunciones graves, precisas y concordantes — para valerme del tecnicismo forense — que suelen conducir a la averiguación de la verdad con tanta certidumbre, a veces, como la que resulta de los atestados de un instrumento público, pues ello me llevaría demasiado lejos.
Tampoco he de seguir al señor Carbia en sus largas disquisiciones sobre lo que significa de verbo ad verbuvi, aunque creo conocer un poco el latín, limitándome a decirle que, según el diccionario latino de Commelerán, autorizadísimo, verhuní de verbo, que es exactamente lo mismo, o verbum pro verbo, significán "palabra por palabra, al pie de la letra", que es como el escribano Hinojedo trascribió el testamento de Colón.
En cambio, terminaré con una sencilla nota cuya atenta lectura me permito recomendarle. El doctísimo catedrático de Historia Universal de la Universidad de Zaragoza, Dr. Don Eduardo Ibarra Rodríguez, en el tomo XXIII de la magnífica edición de la Historia del Mundo en la Edad Moderna, dada a luz no ha mucho por el gran diario La Nación, de esta capital, después de exponer las principales razones que se aducen en favor de la patria hispana del Descubridor, dice:
"El origen gallego de Colón, va siendo admitido por algunos historiadores extranjeros y por alguna universidad americana: hasta en obras de vulgarización ha tenido ya cabida."
Muy posteriormente a lo dicho por el distinguido catedrático, otros historiadores han seguido el mismo camino. Últimamente, el notable publicista cubano Don Enrique Zas, ha dedicado diez capítulos del tomo I de su monumental Historia de Cuba (en publicación) a demostrar la nacionalidad española del Descubridor; y el eminente historiador norteamericano Charles E. Chapmann, autor de obras de gran autoridad, profesor de Historia de la Universidad de California, dice en carta de este año, que me cabe el honor de tener a la vista, y que puede ver quien tenga gusto en ello:
"Le interesará a Vd. saber que yo pongo siempre por delante en mis clases los argumentos en favor de que Colón nació en España".
Fuente:
Rafael Calzada.
Villa Calzada (F. C. S.), Octubre de 1922.
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